La bufanda…

Su mejor amiga se la había regalado antes de que su familia se mudara a Suiza cuando ambas tenían 14 años, y desde entonces, aquella bufanda se había convertido en su mayor tesoro. Los años pasaban y aquellas conversaciones diarias se habían hecho más esporádicas, aunque al volver a retomar el contacto todo seguía igual. El valor sentimental del regalo y la calidez de aquellos colores tan vivos hacía que encontrara refugio en su lana para los tormentos de la vida. Era su compañera que pegaba con todo, y antes de salir de casa y de comprobar si llevaba todo en su bolso, se aseguraba de adjuntar su arco iris particular a su lado, y con él, se perdía por las calles de Berlín en las que dejaba impregnado el olor de su bufanda a su paso.
 
Una tarde tuvo una cita. Un par de noches antes había estado tomando algo con unas compañeras de trabajo y conoció a aquel chico que estaba con unos amigos, y aunque había tenido unas palabras simpáticas con ella y el grupo en el que estaba, y era muy guapo, no sabía demasiado de él, y había algo que la inquietaba, pero cedió a las presiones de sus conocidas y quedó el Miércoles siguiente en un cálido café que para ella era como un segundo hogar.
Había pasado cientos de tardes de su vida universitaria en aquel local, incluso había aprendido con la familia Blau a hacer magdalenas y pretzels, y ahora, pese a su primer trabajo, se negaba a abandonar esa familia. No solo se sentaba y disfrutaba de un café, sino que les echaba una mano y cuando alguien se ponía enfermo ella le suplía todo lo que su horario le permitiera. Algunas tardes, un alumno del conservatorio se pasaba por allí con un violín y de paso que practicaba mezclaba sus notas con el olor a café y magdalenas recién hechas, a las que la casa le invitaba. La felicidad se llamaba Nacht Kaffee, y ella se sentía parte de aquel cálido rincón, y ellos la sentían parte de su familia.
 

 
A las 16:30 entró el chico en el café, todo elegante y bien vestido con una chaqueta larga negra que le envolvía. Ojos azules, piel clara, pelo rubio rojizo, tenía una cara muy atractiva, parecía modelo, y su cuerpo iba a la par. Ella llevaba allí un buen rato y ya había hablado con la señora Blau sobre sus dudas de aquella cita y lo que esperaba de la tarde. Estaba sentada en una de sus mesas favoritas, leyendo un libro que tenía a medias.
Nada más llegar él le dijo: ¿Porqué te has sentado ahí en lugar del sofá?
Ella respondió: ¿Hola? Porqué me gusta esta mesa.. Tras aquella primera impresión comenzó a sospechar lo que no le cuadraba de aquel chico, y era ese aire de superioridad y prepotencia, de los que padecen exceso de confianza.
¿Qué lees? – preguntó él mientras se sentaba de mala gana en la silla y miraba de reojo el sofá.
Literatura española – contestó ella tranquila
¡Qué asco! ¿No? ¿Hablas español? Yo estuve en Mallorca – replicó el guaperas
Si, estudié filología hispánica, y está muy interesante… – dijo, siguiendo tranquila pese a todo
Ya… seguro. Oye, hay una fiesta el próximo fin de semana en casa de unos amigos ¿Quieres venir? Habrá mucha bebida, buena música… – añadió con tono animado mientras ponía cara de seductor
No me gustan las fiestas – dijo ella sonriendo
Ahhh… vaya, entonces ¿Te apetece ir al cine a ver una película? Podemos hacernos un hueco en la última fila… este sitio no me gusta nada – dijo con cara de asco
Demasiada clase para ti – susurró ella fastidiada
¿Qué? – preguntó él sin importarle demasiado y sin haber escuchado lo que ella había dicho
Nada, eres de Munich ¿no? ¿Cuando te vuelves? – dijo intentando mantener la compostura
Si, vine con unos amigos de fiesta unos días, volvemos mañana, y me encantaría aprovechar bien esta última noche. – contestó poniendo una cara de chulo que ella suponía él creía sexy
Pues habrá que hacer algo para aprovechar bien esta noche ¿no? – respondió ella con cara pícara, sacando su mejor sonrisa y humedeciéndose los labios con la lengua.
A él se le iluminó la cara y se quedó tan sorprendido que parecía asustado antes de poner de nuevo su cara de chulo.
Ella añadió – Voy un momento al baño corazón. Ahora vengo
Bien – dijo él, mientras miraba el móvil indiferente, deseando compartir eso con algún amigo.
 
Ella cogió la chaqueta y la bufanda, y él ni se dio cuenta. Le dejó el libro a la señora Blau y le pidió que se lo guardara mientras le daba un dulce beso en la mejilla. En lugar de ir hacia el baño, entró en la cocina, y la cruzó tranquilamente, al fondo, la puerta de servicio que daba a la calle, de camino, recogió unas bolsas de basura que había allí, y se las llevó con ella. El señor Blau le agradeció el gesto con una hermosa sonrisa que a ella le encantaba por cómo la acompañaba su enorme bigote blanco, y ella respondió con dulzura y reciprocidad el gesto. Abrió la puerta y la cerró tras de si mientras hundía sus pies en la nieve de nuevo.
 
Dejó las bolsas en un contenedor a unos metros de la salida trasera, volvió a la puerta y respiró el aire fresco, que pese a la temperatura le resultaba siempre tan cálido. Se envolvió con la bufanda y se tapó con ella la nariz. Nadie vio aquella sonrisa que esbozó entonces, cuando sentía que esa bufanda era capaz de resguardarla de todos los tipos de frío, los de la piel y los del corazón.
Y comenzó a dibujar sus huellas alejándose casi bailando de su café, para que no hubiera dos seguidas con una misma dirección. Los inviernos eran el violeta de su bufanda, y las primaveras, el verde y el amarillo, el naranja lo guardaba para los veranos, y el otoño le hacía necesitarlos todos. Ella sonreía porque sabía que el verano que llevaba tanto tiempo esperando, estaba un pasito más cerca, ella sabía que cada vez que dejas atrás una persona mala… tienes un pasito más cerca uno de esos tesoros que tiene para ti la vida, y aquello lo celebraría dejando algún dibujo en la nieve mientras brincaba acompañada de su bufanda, de camino a casa, sonriente y feliz.
 

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1 respuesta

  1. Tegala dice:

    Pienso que sí, que cuando dejas atrás a una mala personas das muchos pasos hacia las cosas bellas de la vida.
    Me ha gustado!!
    Un abrazo.

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