Lo difícil que resulta separar a un autor… de su obra, cuándo este te decepciona.

Una de los problemas emergentes estos últimos años, es el ver cómo grandes figuras de la cultura y el arte han ensuciado su carrera pues han salido a la luz comportamientos cómo mínimo indignos. Poco importa que el aplauso más largo de la historia fuera para él, pero a todos nos ha quedado marcado cómo Plácido Domingo fue declarado culpable de acoso sexual y abuso de poder, una situación de lo más asquerosa, pues encima al ser alguien tan importante… algunos le quitaron hierro en lugar de pedir castigos severos. Hace unos años tuvimos el caso de Woody Allen, con esa controvertida relación con su hija de la que tanto se ha hablado durante años.

Y ha habido muchos otros famosos, Kevin Spacey, al que muchos idolatrábamos cómo actor… o el propio rey del pop, Michael Jackson, acusado de un comportamiento terrible. Cada vez salen a luz nuevos casos, y creo que salvo de Keanu Reeves, dudamos de todos… pero ¿hasta qué punto podemos separar la obra de alguien de la vida de su autor o la vinculación a un colectivo controvertido? Por ejemplo, la afición de Hitler por Wagner ha trascendido dejando marcado al músico, lo mereciera o no, que lo desconozco, y he de confesar que cuando escucho a Miguel Bosé pienso en cuánto se le ha ido la cabeza, y que será responsable de homicidio de todos aquellos que fallezcan por Covid al no haberse vacunado siguiendo su consejo. A veces resulta complicado separar la obra del autor, un revisionismo que está afectando a todo y a todos, y que es necesario… para cambiar el mundo, pero al mismo tiempo, hace falta separar en cierta medida a los autores de su obra. Veo «La lista de Schindler» y mi odio hacia lo germano se dispara, obviamente, y sin embargo luego veo lo que el pueblo judío, Israel, está haciendo en Palestina… y pienso que este mundo de locos nos lleva a todos a veces al borde de la demencia y la ausencia de empatía o lógica. Mientras unos países condenan el holocausto, otros permiten algo muy parecido que está pasando en China ahora mismo, el cinismo del mundo no tiene medida. ¿Es cínico comprar productos chinos? ¿Hacerlo es apoyar su régimen y sus torturas? Es algo que tendremos que empezar a meditar.
Es complicado aprender del pasado desde el presente, ver la estatua a un dictador y no querer derrumbarla. Sin embargo, esos pensamientos son los mismos que hicieron que los talibanes destrozaran oriente medio cuando ostentaban el poder, destruyendo los monumentos más queridos por los occidentales. Es imposible pedir respeto sin ofrecerlo.

La humanidad debería prevalecer, y más aún en tiempos cómo estos. Debemos empatizar unos con otros, conectar por diferentes que seamos, respetarnos por encima de todo y aprender del pasado, y no repetir una y otra vez los mismos errores. Si el que fue oprimido se convierte en opresor, y el maltratado en maltratador, seremos el eterno círculo en el que lo que pudimos ser se convertirá en lo que nos quedamos, una versión moderna del pasado.

Quien salva una vida
salva al mundo entero.

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