Un rojo porvenir

Sentado en su cama, recordaba su niñez. Él había nacido diferente, pero no cómo todos nos sentimos diferentes, en lo más profundo de nuestro ser, sino que él había nacido con una anomalía especial, y forzada. Su tonalidad de piel era diferente, pero lo realmente curioso, era el motivo, lo que explicaba no solo su extraña piel, sino qué hacía tan lejos de casa, observando los botones e indicadores que había sobre su cama.
 
Antes de que él naciera, su madre quería ser una gran científica. Le fascinaba la vida en otros mundos, el espacio, la física, e hizo todo lo posible por aprender todo cuanto pudiera de aquellas disciplinas. Pero en aquella época, como en tantas otras, una mujer tenía tantos obstáculos que a veces parecía imposible que pudiera saltarlos sola. Consiguió trabajar de becaria en una empresa con grandes intereses científicos, fundamentalmente económicos, pero pocos reductos quedaban para los científicos lejos de aquello en el año 2017. Apenas tenía cómo pagar las facturas, y eso compartiendo piso con dos semidesconocidas, así que con su pasión por la ciencia, convivía la preocupación de no llegar a fin de mes.
Le había contado su madre que todo había cambiado el día que vio un anuncio en su empresa. Buscaban mujeres interesadas en participar en un proyecto de investigación en Marte. Pero en aquella época, pisar Marte era una quimera ¿En qué consistiría entonces aquello?. El incremento de salario le llevaría a vivir una vida cómoda y segura, pero ¿Qué le pedirían a cambio?
Su madre se lo contó avergonzada en un principio, pero él recordaba un brillo creciente en sus ojos según hablaba de aquella elección tan llena de contrastes, la decisión responsable de que él existiera, al fin y al cabo. Buscaban voluntarias para un proyecto destinado a instalar una colonia en Marte, en 30 años, con el importante apoyo financiero de dos multinacionales. La seleccionada, sería la encargada de dar a luz al primer hombre que pisaría Marte. Esa afirmación, contenía dos premisas, una oculta, y otra no tanto. La primera, es que forzarían genéticamente que fuera un hombre. La segunda, es que harían más cambios en su organismo para que pudiera vivir en Marte. Él fue el séptimo niño nacido de aquel experimento, el primero con éxito.
 
Volvió a la realidad y se miró la mano, era de un color anaranjado y su dureza muchísimo mayor de la de una persona normal. Incluso con su vista, veía de un modo tenue las escamas que conformaban su piel. Unas investigaciones habían demostrado que un hombre normal no aguantaría las radiaciones del viaje, y experimentando, encontraron el modo de hacer algo a ese respecto, entre otros ajustes genéticos que lo hicieran más fuerte. Así que él era un humano diferente, que desde niño había vivido rodeado de ciencia, y de gente que estaba acostumbrado a su dura piel naranja, pero pese a la familiaridad del entorno, no había dejado de sentirse extraño cuando alguien le miraba como un bicho raro, que en cierto modo era.
En este entorno, aprendió mucho más que cualquier niño normal, y ya de joven era sobresaliente, y mientras otros niños pensaban en multiplicaciones de dos cifras, él jugaba a inventar posibles formas de vida, acompañado de su tabla periódica. Recordaba aquellos momentos felices con una gran sonrisa…
 
Su mente volvió a su presente, y se incorporó de la cama,
En frente suya, el laboratorio donde trabajaba lleno de herramientas, algunos de los robots especialmente diseñados para esa misión, y él, el capataz responsable de aquella obra. Querían que gestionara la primera base marciana, y ampliarla para poder tener espacio para hacer más investigaciones, y quizás algún día, enviar más gente. Desde la tierra, le presionaban para que cumpliera los plazos, pero él cada vez ignoraba con mayor vehemencia lo que le decían desde tan lejos.
Miró triste por la ventana y pensó que a estas alturas, ya podría haber construido una gran base. Abundaba la mano de obra robótica, y había el material suficiente. Pero su tristeza le quitaba las ganas de todo y lo iba marchitando día a día, arrebatándole pasión e ilusión por igual.
Su labor era abrir un camino que después, recorrerían otros, una vez despejado de obstáculos.
Lo habían pensado todo, habían hecho todas las mediciones correctas, o casi.
Lo habían puesto al frente de un buen número de robots con diversas funciones.
Solo se les olvidó una cosa, algo fundamental para construir una base en la ladera roja, se habían olvidado de hacerle un amigo, alguien con quien compartir victorias y derrotas, progresos y obstáculos, o mejor aún, una compañera, en cuyos ojos reencontrarse a si mismo, en periodos como aquel… en que se sentía perdido, y sin nada más que un rojo porvenir.

mars
Image from NASA archive (Mars Pathfinder shot). Source

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2 Respuestas

  1. Angela dice:

    Precioso relato…! Me has dejado enredada hasta el final…!
    Un beso y abrazo apretados!

  2. Tegala dice:

    Maravilloso!! Me invadía una mezcla de fascinación y tristeza por la soledad del personaje…
    Un abrazo fuerte!!!

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