Amores que matan nunca mueren

… Y morirme contigo si te matas
Y matarme contigo si te mueres
Porque el amor cuando no muere mata
Porque amores que matan nunca mueren…

Uno de los aprendizajes más duros y divertidos de la vida… es en lo referente al amor.
Cuando miro hacia atrás siento algo de vergüenza y fascinación por la evolución de aquel chico que cuando dio sus primeros besos, parecía estar atacando a una chica a mordiscos, algo que ella tampoco era capaz de mejorar por la falta de experiencia. Igualmente desastrosos fueron mis intentos por enseñar a mis dedos a bailar tango para una dama, pero para eso llegaron las maestras que con paciencia me enseñaron geografía y a usar los labios para que prevalecieran, aquellas que me hicieron creer que sabía algo de «baile» para recibir la definitiva gran lección de que cada persona es una nueva asignatura que aprender y conocer con amor y esmero.
Eran amores que parecían matar al acabarse, derrumbaban tu mundo y daban pie a semanas sin comer, repletas de lágrimas y baladas tristes de Richard Marx, dónde la comprensión y la esperanza brillaban por su ausencia, y creías que tu mundo se acababa y llegaba a su romántico final. En aquel entonces no había aprendido calma, ni que cuando se va un amor está dejando sitio para otro tan diferente como bonito, ni por supuesto la paciencia suficiente para que el olvido se ponga de tu lado. Tampoco me permitía recordar con alegría y sin dolor a ese ser especial que había sido parte de mi, y cada cosa que me recordara a ella era una daga que atravesaba un corazón maltrecho. Cuántas tonterías habré hecho por rencor, por desazón, por no reconocer que a veces coges otro camino aunque sigas queriendo a alguien, o tan solo eres una etapa en la evolución sentimental de una persona y no el destino que te gustaría ser a ti, o a ella. A veces, por propia supervivencia, no siempre por falta de amor, has de domar y amordazar al corazón para salir de un lodazal o un túnel, para mucho tiempo después… una vez libres ambos, llorar de alegría y júbilo por haber hecho lo mejor y lo necesario para ser feliz, aunque nunca dejes de preguntarte si debiste ser más valiente o suicida.
 

Foto de Jonaorle en Pexels
 
Hay amores de tantos tipos, de tantos colores, casi siempre desequilibrados, uno quiere más y mejor, y el otro aunque a veces es capaz de verlo, no pierde la esperanza de que todo se equilibre, pues siendo el amor magia, qué habría más maravilloso que esa igualdad en la vibración del corazón. A veces el amor es miedo a la soledad, a veces remedio contra el aburrimiento. Muy a menudo es la máscara del buen sexo, otras es la fantasía de formar un equipo perfecto. Inyección de autoestima, vitamina pa’l vivir, lujuria sin freno… un «me quiero morir». Amores que no llegan a ser amores, amores que de tan platónicos no llegaron a existir. Amores a reinas que no merecían su trono, amores despechados, olvidados, imprevistos, tercos, puros, imposibles, lógicos, huecos, infinitos, torcidos, esquivos, prohibidos o simplemente, alternativos. Amores con nicotina, amores que eran mentira, o que siempre serán tu verdad, amores que solo sirvieron para ayudarnos a cerrar heridas. Amores que matan, pero de verdad, amores que nunca mueren… por la profundidad. Amores que se tatúan en tu piel, amores que borramos con láser aún sabiendo… que quedará una cicatriz peor que el recuerdo de lo que pudo ser y no fue.
 
Amores eternos que duraron un corto invierno,
como rezaba la canción de Joaquín.
 
Amores por los que darías la vida,
amores que volverías a vivir,
amores con los que te dejarías ir…
amores que son a la vez, bálsamo y huracán.
 
Amores de verdad, amores en flor,
amores reeditados, amores repetidos,
amores camino, amores destino, amores en pausa…
amores punto de encuentro… o de partida.
 

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