La necesaria sanación emocional

Nos dan un carnet para conducir, pero poco o nada nos enseñan sobre gestionar la amalgama de sentimientos que tenemos por ser humanos, obviando los instintos animales. ¡Joder! Si una de mis mejores amigas que lleva media vida estudiando las emociones, y a veces se pierde, y todos los días aprende. Pensando sobre ello, el otro día me crucé con una cita genial:

Falling in love will not fix your life,
healing your emotional history will.

Enamorarte no arreglará tu vida
curar tu historia emocional lo hará.

yung pueblo
 

Y me paré a pensar en mis cicatrices y cuales de ellas podrían seguir abiertas, quizás ya solo una, aunque trabajo duro para curarla con amor, comprensión y unas cuantas gotas de «dejar ir» diluido en paciencia. Así podré hacer sitio para más… o no. Y pensaba sobre todo en las cicatrices que yo pudiera haber causado. Supongo que deberíamos empezar por aceptar que una mayoría de la gente no hacemos daño voluntariamente, así que cuando hacemos daño, algo inevitable me temo, es sin pretenderlo. Poca gente he conocido mala de verdad a lo largo de mi vida.
En las cicatrices recibidas, he vivido cosas de lo más variopintas: cómo la que pretendiendo olvidar a alguien empezó una relación conmigo y dos años después… acabó con él, o la que tuvo con un borrego insulso muchos hijos y luego buscaba otro borrego para reemplazarlo y que pusiera orden en la locura y durante un tiempo pensó que podría ser yo (no la culpo) hasta que dio con un borrego mucho mejor para el puesto, o aquella andaluza que pretendía seguir la ruta de rigor de marido, hijos y casa, tan bien vista y apreciada socialmente, sin valorar mucho con quien. Aunque la palma se la llevaría la que me dejó en la primera boda de mi hermana porqué tenía un amante, algo que debería haber intuido cuándo durante nuestros primeros seis meses seguía a medias entre su novio y el gallego que llegaba nuevo a su vida. 

 

Foto de Puwadon Sang-ngern en Pexels
 

Entre las cicatrices que causé, me duele mucho mi mal comportamiento con una chica en Galicia, poco antes de poner rumbo a Madrid, siendo un fanfarrón inexcusable con ella, y me la crucé en Madrid años después, disculpándome, pero sin perdonarme yo a mi mismo jamás. O aquella corredora con la que me porté mal intentando que decidiera ella sobre si dejar o no su a su marido, sin usarme a mi de excusa o trampolín; fui grosero para empujarla a tomar sus propias decisiones, y siempre me arrepentí mucho de ello, podría haber encontrado mejores modos de hacerlo. O la doctora cuya impaciencia por ambas partes derrumbó nuestro castillo de naipes incluso antes de casi empezarlo. Y supongo que muchas de mis cicatrices recibidas lo fueron también para la otra parte, en algún caso costando meses y meses el superarlas y seguir adelante, en otros siendo el inicio de terribles picados y en otros, el comienzo de sus mejores etapas vitales.

Cómo dice el maestro Sabina:
 

«Amor se llama el juego en el que
un par de ciegos
juegan a hacerse daño.»

 
Y siempre merecerá la pena amar, pese al daño que podamos recibir. Sí que hay que intentar ser lo más justos posible, y como compartía hace poco mi hermana pequeña, ser responsables emocionalmente de nuestro trato con los demás, algo en lo que sin duda, tengo mucho que mejorar, pero ya sabéis… que nunca me rindo si algo merece realmente la pena.

Un abrazo enorme a todos, felices fiestas, y gracias por leerme.
 

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2 Respuestas

  1. V. dice:

    Kintsugi: «En esencia, esta técnica centenaria aboga por hacer de las ‘cicatrices’ parte de la propia esencia de los objetos, una manera de embellecerlos que, lejos de ocultarse, debe revelarse sin complejos.»

    Siempre merece la pena aquello que nos ayuda a aprender, avanzar y ser diferentes.

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