Castillos en el aire

Queremos volar muy alto, y hacerlo acompañados, así que muy a menudo nos precipitamos, nos puede más el afán de la compañía que concentrarnos en la calidad y experiencia de nuestro propio vuelo. Afrontamos primeras citas con la pregunta en la mirada de «¿Será esta la persona que esperaba?«, y es algo que tan solo el tiempo puede responder. Casi he dejado de creer en los flechazos mágicos, pues se acaban quedando en el olvido y mueren de no ir acompañados de esfuerzo, buen hacer, entrega y paciencia.
Recuerdo una primera cita que acabó como deben acabar las primeras citas, con caricias y besos, y sin sexo, se debe dejar ahí la semilla de las «ganas de más» sin empacharse tanto que te sacies antes de empezar a disfrutar de lo que nace. Al acabar esa cita, una larga y llena de grandes momentos, recuerdo que me miró y me dijo: «¿Qué haces en Mayo?«. Yo pensé, pues cumpliré años, y no sé… no me alcanza la vista tan lejos. Era navidad, y aquel amor que traía bajo el brazo Noel mostraba su primera sorpresa, y habría bastantes más, algunas muy desagradables, lo que acabó por hacer que en Mayo ya casi nos habíamos olvidado.

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Amazing picture by: Jay Darvishian (from lifeofpix.com)

La impaciencia a veces nos juega malas pasadas, el querer llegar a la meta antes de cruzar la línea, ilusionarse con algo que apenas existe, un sentimiento pariente de el que hace que algunos al casarse, crean haber llegado a la cima de una montaña y no precisamente, haber comenzado un nuevo viaje. Nos ilusionamos y nos dejamos ir, es una trampa en la que he caído más veces de las que puedo recordar o por las que podría disculparme. Nos gusta a los humanos construir cosas, hace milenios, cuando acabábamos de salir del mono ya pintábamos en las paredes historietas de la Rue del Percebe, y por eso Lego ha crecido tanto como empresa, nos encanta construir naves, edificios, coches y vidas, y cuando nos dejamos llevar y aparcamos la cautela proyectamos nuestros castillos en el aire convenientemente edificados sobre una nube ¡Ay si llueve! ¡Qué más da! Y antes de acabar de construir el castillo la nube se deshace y deja caer las piedras sobre el valle de las decepciones.
¿Sabéis cúal creo que es el error?
Que siempre hemos creído que queremos un castillo, y quizás, seríamos más felices con una casita de madera, lo más cerca posible del mar, que se mantiene mejor y se limpia más fácil. Empezamos a sumarle cosas a nuestra fantasía, y se nos va de las manos. Es como lo móviles de ahora, con GPS, Güifi, brújula, cortador de patatas y mechero, sin olvidar el poder hablar, claro, ni la cámara para presumir de cuánto y de qué bien vivimos, lo hagamos o no.
Y al final, una simple mano, agarrando la tuya, puede hacer que te sientas más acompañado que interconectado con medio mundo.
Primero una tabla, luego un ladrillo, sin ellos, nunca tendrás tu castillo.

 
 
 

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