Maruja

Maruja es una gallega de ciudad, nacida en los años 30, y que pasó tanta hambre en su día, que nunca ha dejado de comer nada que tuviera delante, y que paseando por los montes gallegos, ha señalado a cabritos al grito de «qué bueno estaría en la cazuela«. Cuando dice «Qué hermoso estás» en su idioma, significa que estás gordo y que deberías pensar seriamente en ponerte a dieta, y si te dice «Hijo, tienes mala cara» significa que empiezas a estar guapo. Para ella nunca hay comida suficiente en la mesa, y sus caldos gallegos y filetes empanados son tan míticos como unas rosquillas que no tienen par. Ella siempre ofrece café, aunque hayas dicho mil veces que no te gusta, y cuando le dices «Yo no tomo café«, te dice picajosa «Entonces ¿un poquito de queso?» pues recuerda que tampoco te gusta.
Maruja me daba de niño 100 pesetas a escondidas para que mis padres no lo vieran, y luego les decía «tened cuidado a ver qué hace el niño con el dinero«.
A Maruja le encanta vacilar y no le importa si puede enfadar a alguien, meterá el dedo en la llaga tantas veces como haga falta hasta sacar de sus casillas a sus hijos o sus nietos, es su seña de identidad. Le encanta bailar siempre que puede, el pachangueo, y descifrar las series de la tele, especialmente Walker, y jamás has puesto a prueba tu paciencia si no le has intentado explicar un telediario o un documental.
Maruja siempre ha hecho lo mejor que ha podido lo que le han dejado hacer, habitante de un rol de mujer en tiempos de Franco lleno de límites y sin posibilidades, que no supo actualizar según cambiaba el mundo, así que ha sido mujer, madre, abuela e incluso bisabuela. Ella siempre ha nombrado a mis parejas por el nombre de la anterior, por despiste, inconsciente de las que me liaba, y jamás consigues que se ponga el cinturón en el coche sin tener antes una buena discusión y que se lo cruce por el hombro para «engañar a la guardia civil«.
Maruja: Rebelde sin causa.

Maruja

Maruja era mi abuela, la última que me quedaba, y hoy nos ha dejado.
Y no sé si me da más miedo olvidarla, o echarla de menos.
Gracias por todo lo que nos has dado y enseñado.
 
 
 

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6 Respuestas

  1. Angela dice:

    Seguro que esté dónde esté sonreirá por la belleza de tus palabras, qué bonita manera de no olvidar y echarla de menos! Te abrazo!

  2. Ché dice:

    Certero todo lo que dices.
    Una Scorpio atípica. Resistidora como pocas. Tras sus incontables problemas de salud de los últimos tiempos, en el último mes aún consultó la posibilidad de volver a operar un juanete para poder bailar… y, hablando de pies, tuvo sus primeros zapatitos con 12 años, hasta entonces llevaba desde su pueblo (Orro) – a través del monte para no pasar por ningún fialato franquista – (9 Kms), hasta Coruña ciudad, para vender la leche de una cabra que tenían, descalza… Pero los cuatro hermanos debían echar una mano a su madre Angelita, tu bisabuela, viúda desde los 25 porque unos cabrones de camisa azul con el yugo y las flechas en el pecho abatieron al abuelo Julio tras un intercambio de «pareceres» tabernero.
    Siempre orgullosa de los suyos, siempre preocupada por todos. A tí te tenía idolatrado, tus chistes, tus «salidas», aunque, cuando os volvíais para Madrid, siempre decía «yo no sé porqué no se casa con esa chica del pelo blanco, es muy dulce».
    En fín, mañana a las 11, ya reducida a cenizas, se reunirá con los restos de tu abuelo y la primera niña que pudo ser tu tía Mary Luz.
    Emocionante post. Gracias por él.

  3. Thais dice:

    Es bonito pensar que con su enorme sonrisa te protegerá desde donde esta …. echarla de menos es parte de la vida y olvidarla nunca podras ….. si te ha inspirado para tan hermoso relato tus pasos siempre guiará …. Un abracito niño lindo …… Thais

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