El destino tenía un plan

El vagón de Metro iba medio vacío, así que pude sentarme cómodamente en una de las esquinas. Justo enfrente a mi, había una chica pelirroja, y a unos metros unos chicos que parecían colombianos reían contándose historias de conquistas y desamores. Al fondo del vagón, otras tres personas, una con un lector de libros electrónicos y dos jugando con sus móviles. Eso hizo que cogiera el mío casi sin pensar, como acto reflejo, y al girar mi vista hacia él observé que quien tenía delante pasaba una página de un libro en papel. Pensé en cómo cambia todo, la evolución y el olor de un libro viejo, y apagué mi móvil y lo guardé en el bolsillo interior de mi chaqueta.
Me quedé mirando a esa chica pelirroja que cada cada 3 o 4 minutos pasaba una página. Empecé mi viaje en sus converse moradas, unos calcetines con más colores de los que podría contar y unos vaqueros desgastados de los que me gustan. Bajo esa segunda piel, parecía tener una piernas bonitas, pero mis ojos no juzgaban, tan solo estaban de paseo. Llevaba una camiseta roja, bajo una chaqueta del mismo color, ambos a juego con un gorro de lana. En su regazo un bolso que se parecía al mío, lleno de bolsillos, con las cremalleras con protección contra la lluvia… más funcional que estético, pero sin ser feo. Mis ojos recorrieron sus manos, eran preciosas y pequeñas, muy dulces. En su cuello llevaba un árbol de la vida celta en plata, precioso, colgando de una cuerda negra. Sus labios eran gruesos, y su nariz muy simpática, y sus tenues pecas parecían un intrincado y mágico «une los puntos» de esos que hacíamos de niños.
Estaba tan tranquilo, tan allí, que al completar mi viaje por su piel, solté un suspiro profundo mientras sonreía.
Entonces ella me miró, atravesando mis ojos, llegando directamente a una tecla de mi corazón que me dejó petrificado.
No pude poner ni mirada seductora ni ojitos de gatito de Shrek, ni desviar mis ojos a otro sitio, estaba atrapado.
Sentí como si ella analizara mi forma de mirarla y me sometiera a un cuarto grado de preguntas, como si intentara librarse de todo matojo o arbusto para llegar a descubrir una esencia que definía mi alma y cuyo paradero yo había buscado mil veces sin suerte. Tampoco podía oponerme, tan solo aceptar, tan solo sentir.
Cuando obtuvo lo que buscaba me sonrió, y sembró un escalofrío que se convertiría con el tiempo en tatuaje.
Embriagado por aquellas sensaciones, comencé a recobrar mi cuerpo cuando ella bajó de nuevo su mirada al libro que llevaba consigo, y entonces me fijé, era el Bestiario de Cortázar. Otro escalofrío.
Las emociones se apoderaron de mi cuerpo y me hicieron levantarme y aferrarme a la manilla próxima a la puerta, como si la siguiente fuera mi parada, pero no era así, me quedaban aún diez o doce mas, aquella línea era la Historia Interminable. ¿Qué pensaría ella de mi? «Vaya idiota», seguramente… y empecé entonces una de esas absurdas conversaciones mentales entre supuestos y realidades que jamás existieron ni existirán, imaginaciones que convertimos en realidad solo de tanto machacarlas con el pensamiento…
Se abrió la puerta al llegar a la siguiente parada, y no había nadie allí para subir, pero a mi lado, alguien se bajó… era ella.
Un metro después de cruzar esa puerta se giró y me miró a los ojos. Esta vez sí vio algo, supongo que miedo a no volver a verla diluido con pena por tener que aceptar algo así.
Se acercó a mi y besó mis labios con una dulzura inexplicable, un único, perfecto y eterno beso.
Recuerdo su olor, su tacto, su sabor… ese estremecimiento en la fuerza, ese terremoto en mi mundo.
Pitó el metro anunciando su partida, y se separó de mi sonriente.
Le devolví la sonrisa igualmente profunda y sincera.
La puerta se cerró ante mi para separar nuestros mundos.
No pude contener mis lágrimas… no pude evitar romperme.
 
Dos paradas más tarde, recuperé el aire.
Cuatro paradas después, intentaba tatuarme aquel momento en mi alma, para no perderlo nunca.
A las Seis paradas, casi conseguía verle el lado bueno a aquello. Había sido perfecto, un momento mágico e inalterable, un final de cuento, aquello que por no continuar no puede corromperse ni diluirse, una fantasía que vive para siempre por no haber podido ser cumplida, la eterna duda de si en aquellos ojos habitaba el amor de mi vida. Ese era su regalo, un beso sin nombre, un encuentro sin par, algo que no se puede, por mucho que vivas, olvidar ni volver a alcanzar.
Y así fue durante los 3 años que tardé en volver a encontrarla. Parece ser, que el destino tenía un plan.

Kate Mara

Una historia inspirada por alguno de esos cientos de viajes que hacemos al año en metro, con una foto que encontré por ahí de Kate Mara, la que será la mujer invisible en el relaunch de los 4 Fantásticos, y que siempre me ha recordado a la Julia Roberts de Pretty Woman.

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2 Respuestas

  1. ... Una princesa dice:

    Esto te ha pasado de verdad?porque es de esas historias q sueñas una y otra vez y solo suceden en la pelis. Ojalá q sí

    • KATREyuk dice:

      Esto exactamente no me ha pasado, es solo una historia… pero ya sabes que la realidad supera a la ficción, y está en nuestras manos escribir el guión.

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