De rojo a verde

En medio del tráfico me la encontré, y en aquel momento supe que era la mujer de mi vida. Llevaba su pelo azabache recogido en un moño, y unas elegantes gafas de pasta a juego con el pelo. Sus labios eran pequeños pero con una forma exquisita, dulces y tiernos. Bajo las gafas, unos ojos oscuros dejaban entrever que era una chica inteligente, se le veía en las formas de la cara que tenía carácter, pero algo en sus cejas sugería que una vez quitado ese duro disfraz, sería un pequeño peluche. Su chaqueta y su camisa hablaban de la elegancia que seguramente le exigirían en el trabajo, pero no parecía sentirse incómoda. Aunque era temprano, se veía el brillo en su mirada de quien ya ha activado todos los resortes de su mente. No tuvo en su preciosa cara el más mínimo amago de sonrisa, pero no podía culparla de no haberme visto ni leer mis ojos tan bien como yo podía leer los suyos.
Su coche, un Polo de la anterior generación, el coche de una mujer decidida y fuerte, que no se deja pisotear, en azul oscuro, algo que de nuevo hablaba de la sobriedad de la que urgentemente yo debía sacarla.
Su cara era la de una princesa Disney disfrazada, ese pensamiento que muchos pintores intentaban plasmar en un cuadro pero que luego parecía pobre y desdibujada. Su alma, un refulgir de fuerza liberada y dulzura contenida, de secretos por contar y de sueños por cumplir. Sus labios, un territorio por explorar con los míos.
La vi y supe que sería la mujer de mi vida, y lo fue, por lo menos hasta que el semáforo se puso en verde.


Image from Stockvault called «A young man behind the wheel«, by Damien Van Holten (Thanks)

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2 Respuestas

  1. Tegala dice:

    Muy bueno y muy hermoso. Me gustan tus descripciones. Un abrazo.

  2. Moona dice:

    Y mientras esos pensamientos poblaban tu mente, Paola te miraba desde el autobús, con su bella carita tan pegada al cristal como podía, tanto que su respiración, agitada por conseguir que volvieras la vista, empañaba el cristal constantemente. Se abrió el semáforo y, siempre optimista, confió en tener tu coche cerca para seguir intentando captar tu atención, pero el recorrido del autobús lo fijaba la EMT, y no los latidos de su corazón, que se arrugó un poquito una vez más cuando el autobús viró a la izquierda en el siguiente cruce.

    ¡Muy linda la entrada, Kike! Un beso :)

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