La tristeza

 

¡Cuánto más profundamente clave la tristeza
su garra en vuestro ser,
tanto más alegría
podréis contener!
 
De «El Profeta«, de Kahlil Gibran
 

 
Sé que a veces soy un optimista insufrible de esos que parece que esnifan a Paulo Coelho y a Jorge Bucay, y suele ser así. Sin embargo, aprendemos de los contrastes de la vida, y efectivamente… lo que nos hace tocar el cielo con dos manos un día, es susceptible de sumirnos en el infierno… los contrarios bailan una danza peligrosa, y hay que aprender a moverse en ella, en caso de que se pueda aprender… de no ser así, hay que intentarlo al menos.

Para definir como me siento, me acuerdo de una vez, hace 22 años, en que un grupo de amigos organizamos una escapada a un apartamento en Cabeza de Manzaneda, el pico más alto de Galicia, que en aquella época estaba completamente nevado. Allí nos juntamos unas 7 u 8 personas, todas buena gente. Pero uno de mis amigos, sin consultarme, invitó a mi expareja, con la que había estado 4 años y roto hacía unos meses, y yo había invitado a la chica que me gustaba, que no me hacía mucho caso y que me tenía en la friendzone, pero no me rendía. Recuerdo que aquella primera noche había cierta tensión, y no recuerdo muy bien porqué, empezaron a discutir varias personas, y se lió una buena sin comerlo ni beberlo. Al final, parecía que todo era culpa mía, aunque nadie lo dijera, y me sentía fatal por haber ocasionado todo aquello sin pretenderlo, aunque muchos factores habían escapado a mi control. Me invadió una tristeza tremenda, cuando haces algo con toda tu ilusión, movido por tu corazón, que te salga tan mal… te hace daño a un nivel al que no estamos acostumbrados, es como si tu corazón se congelara para después romperse. Cuando se calmaron los ánimos, cogí la puerta y me fui solo a la calle a pasear… paré en un bar, me compré un paquete de Camel (y yo no fumaba), y me fui a una cuneta a sentarme en la nieve fumando un pitillo tras otro, cayeron 4 o 5. Solo un manto de estrellas perfecto me mantenía atado a este mundo, la mayor parte de mí quería hacerse un ovillo en la nieve, y dejarse ir.
Un buen rato después estaba casi congelado. No recuerdo quien vino a por mi, pero sí creo recordar que me arroparon y me calmaron, para llevarme al apartamento; si alguien estaba molesto dejó de lado su rencor para comprenderme, supongo, no recuerdo mucho más… luego sé que estaba en una cama, tapado bajo una manta, envuelto en unas lágrimas silenciosas que descongelaban mi corazón lentamente, hasta que conseguí dormirme.
 
Esa frustración de cuando haces algo con todo tu amor, y sale fatal, es terrible. La he vivido tres o cuatro veces en toda mi vida, y no se la deseo ni a mi peor enemigo. Es un «Me quiero morir» mezclado con «no tengo fuerzas para nada«, sin corazón te quedas atenazado e inmóvil, y si cada vez que intentas decir algo que arregle el problema, la presión y la tensión en los demás se te abalanzan encima hacen que acabes por quedarte mudo. Son momentos en los cuales no encuentras pensamientos positivos y no sabes dónde refugiarte. Puede ser un corazón roto por alguien que no puede o quiere curarte, puede ser que alguien a quien amas con todo tu corazón ya no sienta nada por ti… normalmente solo te puede dañar tanto alguien que habita en lo más profundo de ti, justo en la habitación congelada.
 
Lo único bueno de esa tristeza es que te agota, te deja seco, y te duerme… aunque luego te despiertes cada poco con esa sombra encima.
Sólo el bálsamo del tiempo puede curarte, así que toca mantener la calma y no hacer ni decir tonterías.
En la soledad de mi esquinita, en silencio, hasta que encuentre el optimismo perdido.
Permitidme ser egoísta, y que escriba esto sin sentirme un victimista de esos que suelen repatearme tanto.
 

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1 respuesta

  1. Esther Juárez dice:

    Yo te dejo un abrazo aquí como comentario.
    Sé que tienes un gran corazón y que te interesas por el bienestar de los demás, eso te hará avanzar siempre. Un beso ; **

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