Líneas que no se cruzaron
Me encontré con este tesoro entre mis borradores, de algún momento en el 2008, no recuerdo si llegué a publicarlo o no, pero no lo encuentro al hacer una búsqueda.
Me gusta… tiene algo especial… aunque sea diferente y triste. Espero que aún así, os guste:
Carolina era una de esas chicas que regalaba a diario a quienes la rodeaban una sonrisa de esas que parecen iluminarlo todo. En su horario laboral recibía a los clientes de una copistería a los que alegraba con su voz y su cara dulce y risueña, y cuando salían tras haber comprado unas cartulinas o haber realizado unas copias dejaban atrás sin saberlo un poco de la mierda que todos llevamos encima, ella aligeraba su carga, no muchas personas te aportan tanto con su simple trato.
Ella daba cada día lo mejor de sí, con su familia, sus amigos, con los desconocidos con los que se cruzaba, aportaba una imperceptible gotita de 3 en 1 en el eje de eso que llamamos Tierra, haciendo más fácil su rotación.
Cuando cogía el metro siempre tenía algo suelto para alguno de los músicos, cantantes o narradores que pese a su numerosa presencia no habían conseguido agotarla, se paraba en la calle a atender a todo aquel que le hablaba, sin huir de aquellas personas extrañas como era habitual en el resto de los viandantes.
Nunca se sentía cómoda si no llevaba en su ropa más de siete colores distintos, y es que ella sostenía que para que saliera el arco iris era necesario desafiarlo, y ella lo hacía con sonrisa al cielo y tantos colores como pudiera llevar con ella.
Los Lunes no se le hacían pesados, y aquella tarde disfrutaba de su casa mientras extendía por sus uñas una pintura roja, mientras dibujaba paisajes en su mente y aterrizaba de vuelta de ellos para pensar y organizar su semana. Cayó en la cuenta de que mañana sería Martes y 13, y le hizo gracia, se paró a pensar en las absurdas supersticiones populares y con su pequeña brocha comenzó con la otra mano.
Adolfo era un chico trabajador, buena gente, aunque algo gris según reconocían algunos de sus allegados. Con el blanco y el negro que alguien había puesto en su paleta intentaba dibujar lo mejor posible la vida, pero faltaba siempre esa chispa que cautiva a la gente, y llevaba un tiempo buscándola. Era una persona atenta y perfeccionista, preocupada siempre por el bienestar de su familia y los problemas de sus amigos, y aunque trabajaba en una gestoría, quería hacer algo mas con su vida, de hecho afrontaba el tirón final de un proceso de selección para un puesto en una empresa de diseño gráfico, pues en los últimos años había transformado un hobbie en algo en lo que era realmente bueno y le llenaba interiormente, y tenía la intuición de que aquello podía avivar su paleta.
Tan solo había una cosa que llenaba su corazón de amarillos y azules, y todo lo que había en el medio: La sonrisa de una chica que atendía en la copistería donde solía llevar algunos de los diseños que hacía para que se los sacaran en grande. Al estar en su presencia sentía como si un terremoto sacudiera sus pies, algo que solo Carolina le había hecho sentir. Su sonrisa, sus ojos… parecía no tener ningún secreto para él, y a la vez, parecía la llave para abrir la lámpara de Ali-babá que él siempre había sentido llevar en su corazón.
Aquella tarde de Lunes preparó sus documentos en el ordenador, un currículum sencillo y escueto, con un ligero toque de color. A la mañana siguiente, aparcaría sus supersticiones y lo llevaría a su copistería favorita para que se imprimieran justo antes de la entrevista, que sería a las once, así solucionaría por un lado el problema que le ocasionaba su vieja impresora que estaba en huelga aquel día como gran parte de los anteriores, y por otro lado, podría llevar una energía especial para su última entrevista, sabía que después de varias reuniones previas aquel trabajo era suyo, el comienzo de una nueva vida… y justo después de la entrevista compraría un gran ramo de flores para Carolina, volvería allí sin encargos ni compras qué hacer, sabía que haber conseguido el puesto unas horas antes le daría la confianza que necesitaba para pedirle una cita a la chica de sus sueños.
Dejó la ropa lista colocada en una silla, tenía que bajar la basura y después podría irse a la cama e intentar dormir…
Aquel Miércoles 14 de Febrero, Carolina estaba como de costumbre al pie del cañón y ya había despachado algunos encargos, eran ya casi las once y llevaba un rato sin nada que hacer, así que por una vez, y con la tranquilidad de haber hecho todo, se puso a ojear un periódico de esos gratuitos que un cliente se había dejado en el mostrador.
Se abrió paso entre catástrofes y extrañas noticias de sociedad y su mirada acabó en una noticia que la atrajo como un imán a un clavo, allí, aquellas líneas, acapararon su atención de un modo distinto:
«Conductor ebrio atropella a un viandante en el Barrio de Salamanca»
Su corazón se detuvo, no sabía porqué, pero los segundos dejaron de pasar mientras el tiempo se volvía plomizo y eterno. Siguió leyendo:
«Un conductor que ayer por la mañana circulaba a casi el doble de la velocidad permitida en cuidad embistió a un ciudadano, de nombre A.Y.L., que en aquel momento salía de una floristería con un enorme ramo y al no ver el vehículo no pudo evitar la colisión. Al llegar la ambulancia encontraron al sujeto sin vida, y los sanitarios comentaron a esta redacción que les llamó la atención la cara tan desgarradoramente triste de la víctima, cubierta de lágrimas secas…»
En aquel momento Carolina sintió como si alguien cogiera su corazón y lo apretara fuerte con una mano, la confusión de no entender aquella asfixiante presión empeoraba la situación y su ansiedad. Triste y apesadumbrada por la noticia del fallecimiento de un desconocido cerró el periódico mientras unas lágrimas se escapaban por su mejilla.
Nadie, ni ella, supo nunca el porqué… pero desde aquel día nunca volvió a sonreír con la misma pureza… tenía todos los colores… pero si había quedado sin el blanco y el negro.
Es cierto que es triste, pero me ha gustado mucho. Hace pensar en la de veces que tu camino se cruza con otros en tu deambular por la vida, ajeno a sus pensamientos, desconocedor de si, tal vez, serían importantes para ti si decidieras iniciar una conversación.
Besos… ¡cienes! :)
Felicidades por escribir algo tan bonito. Me ha gustado mucho.
Un abrazo.
Gracias niña
Sé que es triste…
Pero este mundo está hecho de contrastes…
Un abrazo enorme