Querer no significa ceder (siempre)
Cuando acaba el año, por lo menos para mi, es a veces inevitable pararte a pensar qué cosas han cambiado en tu vida, y más importante aún, qué cosas han cambiado en ti.
Ayer recuerdo haber llorado como pocas veces, y es que llevaba mucho tiempo con un conflicto atragantado con alguien vital para mi, sangre de mi sangre, y al colgar el teléfono me sentía fatal al pensar que ella no tenía un sofá donde superar su disgusto, ni unos brazos que la reconfortaran… y mi Campanilla me consolaba mientras me comentaba que era una pena que al otro lado alguien no viera lo mal que lo estaba pasando yo en aquel momento pese a parecer «el malo» y que todos sufrimos y nos disgustamos por estos problemas.
El amor es algo muy hermoso grande, pero a la vez, complicado. Hasta este año no había tenido grandes conflictos familiares, somos pocos y siempre habíamos estado unidos, pero la separación de mis padres generó, irremediablemente, recelos y tensiones. Mientras mis dos hermanas se mantuvieron al margen, en el medio, yo tomé posición claramente, recuerdo una vez que le dije a mi padre «Seré el hombre que necesiten en la distancia, y las cuidaré todo lo que pueda… mi deber ahora, es protegerlas«, y lo entendiera o no, en aquel momento dejé clara mi postura cubriendo el que consideraba el eslabón más débil. Mi madre ha demostrado ser una mujer muy fuerte, su lucha y su perseverancia han hecho que ella y mi hermana estén teniendo una vida equilibrada, ojalá pudiera decir eso de la otra parte.
Y ayer fue el principio del fin de un conflicto con mi hermana, ocasionado por motivos diversos, pero reales y rotundos. No sé si mi solidez interior me juega malas pasadas, pero también sé que ahora, cuando creo llevar la razón, la defiendo con más argumentos y contundencia que antes, no sé si porque el tiempo me ha hecho más inteligente o más cabezota. Como dice mi madre, tener una persona cerca que va cargada de malas energías tiene consecuencias, y puede ocasionar en tu vida lo que alguien podría considerar «mala suerte» pero que los gallegos llamamos «mal de ollo«, y eso es lo que nos ha pasado a nosotros, porque así lo permitimos, hay cosas que no deben ser descuidadas.
Esa es una de las lecciones que he aprendido este año… querer no significa ceder, todos nos equivocamos, y si yo lo hago, no quiero que se pase por alto, quiero aprender de ello, a veces duele, pero hay que saber hacerle ver, a quien quieres, que se equivoca, y debes esperar lo mismo de ellos, que peleen lo que sea necesario para que por lo menos, entiendas y respetes su postura, y que si te equivocas, puedas verlo con la luz de sus palabras.
No te etiquetes de malo cuando nadie lo hace.
El sufrimiento es algo personal, cada uno tiene el suyo, porque cada uno vive y siente las cosas de una manera.
Lamento el tuyo, lamento el mío; comprendo ambas posturas, pero incluso comprendiendo no hay ganadores ni perdedores, tan solo el aprendizaje, como bien dices y las palabras dichas desde el corazón, es lo único que cuenta.
Un abrazo. Te quiero.