Las personas no somos algo que se pueda dejar en pausa.

Hace muchos años recuerdo unos meses de líos familiares, de «corre ve y diles», en los que había en mi casa una persona introvertida, que casi nunca le contaba a nadie lo que le preocupaba, y una persona muy preocupada por no saber qué le pasaba. Durante meses o años fue así, y de repente, un buen día, la persona introvertida habló y cambió todo, tranquilizando a la que estaba preocupada y dejándola calmada sobre la situación que nos preocupaba.
Recuerdo que me enfadé mucho, muchísimo, con ella. Resulta que no es que no supiera o pudiera hablar, es que no había querido hacerlo hasta entonces. Durante mucho tiempo podría haber calmado a la otra persona, evitando meses de sufrimiento, y sin embargo, no lo hizo hasta que no fue estrictamente necesario, o hasta que le dio la gana (Quizás para ella tuviera muchos matices que yo desconocía, claro). Me daba tanta rabia aquello ¿Cómo puedes ver a alguien que quieres sufrir sabiendo que tú puedes calmarla con diálogo?

Disculpad que haya empezado con algo tan abstracto. Una situación similar fue cuando hace muchos años tenía aquella relación tóxica en la que mi espacio estaba prohibido y cuando me alejaba de aquella chica, y sus hijos, ardía Troya. Un buen día yo tenía la tarde libre tras el trabajo y pensé en irme a mi casa a desconectar con mi ordenador, mis películas y mis juegos con amigos. Y como no, se lio parda, tachándome de todo por pedir aquella parcela de mi espacio. Y en medio de la discusión, un «Pues sabes qué ¡vete todo el fin de semana!«. Si un naufrago necesita un salvavidas, y le tiras tres, no va a olvidar lo que necesita, que es seguir respirando, y cogerá los tres. Así que me fui a mi casa y desconecté entre películas y videojuegos. Al día siguiente disfruté de una comida con amigos de esas que te hacen sentir en el cielo, divertida y rica en buenas conversaciones, guiños y calma. Por la noche, asomó el lobo por el teléfono, rompiendo esa paz y preguntando por mi distancia. «Estoy haciendo lo que me dijiste«, pero ella era incapaz de entenderlo, como tantas otras cosas.
Aquella pausa que me dio, pausa de la relación, de su ruido, de sus conflictos y de la falta de diálogo y equilibrio, me sirvió para ver lo que quería y lo que no quería, y sentó las bases para, poco después, conseguir mi libertad, aún dándole la espalda a mi corazón.

Hace tres años, estaba en el nacimiento de una relación nada sencilla. Ella estaba casada, aunque estuviera casi roto del todo, y yo muy enamorado. Cuando estás enamorado de alguien no vives las cosas de la misma manera, sientes todo multiplicado por cien, y yo había vivido ya varias tardes agónicas en las que no conseguía hablar con ella por teléfono, o que me ponía celoso por algo que no debía. La distancia y las redes complicaban mucho todo, e igual que un gesto te alegraba una tarde un poquito, otro gesto podía torcerte el día y llevarte al borde la locura. Insisto, es lo que tienen ciertos tipos de amor, los más elevados y a la vez… infantiles. Pues bien, un día ella se mostró enfada y distante conmigo, debido a mis celos por un viaje que iba a hacer con su marido e hijos. Yo sabía que no era maduro sentirme así, pero no lo podía evitar, y por mucho que quise ocultarlo, no lo conseguí. Tuvimos una pelea la noche anterior y aquel Viernes, antes de salir de viaje, fue muy dura conmigo. Ella comenzó su viaje, con sus demonios en la cabeza, y yo comencé mi fin de semana en el infierno. Aquello fue terrible, y ver que las horas no pasan y que nada te da paz, es una agonía que no deseo a nadie.
Tras 3 o 4 días en el infierno me contó que ella había tenido un accidente antes de salir de viaje, y que estaba fatal. De haberlo sabido, la habría entendido mejor, pero no era así… y mis días de locura e incomprensión me habían destrozado.
Es importante hablar con quienes queremos para evitar largas agonías, el tiempo pasa muy diferente cuando estás dolido, herido, deprimido o sin ganas de nada. A veces, una conversación es capaz de evitar días y días de dolor y agonía.

Las personas no somos algo que se pueda dejar en pausa,
si tu necesitas tu espacio y te vas… sin explicarte bien,
la otra persona se puede quedar viviendo un infierno.
Y los infiernos siempre cambian a las personas que los atraviesan.

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