Espectador

Últimamente estoy más callado que de costumbre, lidiando con diversos entretenimientos.
Hay días en que me enredo probando un gadget nuevo, o instalando un sistema nuevo para ver cómo va. Otros días, acabo capítulos de una serie, remato temporadas, repito alguna película que he bajado y hacía tiempo que no veía.
Y entre tanto, observo el mundo, intentando ser objetivo, y no plasmar mi ánimo en cómo veo todo.
Pero es difícil, todos los hacemos, es tan involuntario como respirar.
A veces me pregunto si he perdido parte del optimismo que me regalaron hace tiempo, y de ser así… ¿dónde está?
Construyendo un mundo rico en hobbies, te entretienes mucho, pero no siempre alejas el fantasma de la soledad, por buenos que sean los amigos que te rodean, por mucho que tu razón pueda hacer de brújula de ese corazón tan taciturno y géminis.
Los mantras pierden fuerza con el tiempo, y el cariño a veces nubla la medición de quien es peor o mejor para ti.
¿Es posible que este mundo marchito nos contagie su mala energía si no nos enfrentamos con fuerza a él?
¿Puede ser que canse el acto repetido de dar tanto y recibir a veces tan poco?
Biorritmos, sonrisas, momentos… latidos más lentos, citas sin punto de encuentro.
Ayer recordaba esa dulce mirada de quien ve en ti todo un mundo, y he de reconocer… la añoraba.
Siempre he sabido que se puede echar algo de menos, sin nostalgia,
se puede bucear, sin nadar en agua pasada.

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1 respuesta

  1. Bego dice:

    Leyendo hoy un artículo que ponía: «Ensaya la soledad, es el consejo del experto, en el bien entendido de que la soledad afectiva no tiene porqué ser una tortura y que no se define por sustracción (estar «sin ella o sin él») sino por la multiplicación del ‘yo’, que se recrea en el autodescubrimiento.» Y muchas cosas más en las que se puede coindicir (en la teoría), pero (en la práctica) cuántas veces no hace falta un abrazo de verdad? Bicos

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