Lecciones de la deriva (I)

Es cuando te pierdes, cuándo te rompes, cuándo no solo ves el borde del abismo, sino que crees caer por él… es cuándo más aprendes. No sé si es un precio demasiado alto, o tan solo el necesario, pero las zonas de confort no enseñan tanto como las muertes en vida, los renaceres y los abismos.

A veces el Odio que atesoramos por una herida, es mucho más doloroso que la propia herida, o es la infección de la misma.
Todos sufrimos por mil cosas a lo largo de nuestra vida, y a menudo, desarrollamos un odio visceral y profundo por alguien o algo, que luego demuestra no ser del todo correcto ¿Qué sentido tiene entonces ese odio? El odio… también puede ser mentira.
Sin hablar, sin indagar a través de las palabras en el corazón humano o la circunstancia que generó el dolor, no podemos comprender qué había en él de cierto y qué era mentira. A lo largo de mi vida he vivido muchas cosas que recordaba de un modo, pero habían sido de otro… exageramos o retorcemos la verdad para protegernos, es siempre más sencillo culpar a los demás que aceptar nuestra responsabilidad, aunque a veces también nos culpamos de cosas de las que no éramos tan culpables, o lo éramos más aún.

Esa necesidad de argumentos que permitan comprender la esencia de una persona, es algo que exprimen mucho en las series para darle la vuelta a la tortilla y conseguir que un «malo», se convierta en algo diferente a tus ojos… o acabe siendo bueno. El padre que secuestra a sus hijos, porque la madre es una servidora de Satán (no hay peli, pero hago el guión si hace falta), la persona que deja al amor de su vida por creer que así lo beneficia (un clásico de los Domingos por la tarde), o esa niña que arrea un bofetón a un niño en una serie en la que al final, pasa media vida enamorada de él, o cómo no, Jamie Lannister pasando de ser el mayor hijo de puta de los 7 reinos, a un enamorado incondicional al que todos querríamos tener en nuestra vida (referencia a Juego de Tronos).
 



📷 Imagen de Gu Bra en Pexels

 
Todos creen en sus parcelas de realidad que hacen lo correcto dado lo que sienten y la información que tienen, pero ¿y si no fuera así? ¿Y si no tuviéramos la información correcta o los acontecimientos no fueran aquellos que hemos dibujado?
Hace muchos años, tras una ruptura, supe al poco tiempo que mi ex-pareja tenía a otro en la recámara, y creí que aquello me daba permiso para imaginar mil cosas de un modo bastante teatral y peliculero, pero que no siempre tenía que ver con la realidad. Por supuesto, otras cosas sí eran un reflejo, supongo que hay que dejar de lado la cabeza y seguir el instinto, esa voz conectada con el todo que sabe mucho más que nosotros. Siempre he dicho que hay que escuchar esa voz por encima de todo, aunque una de las últimas veces eso hiciera que una de las personas que más he querido en mi vida me dejara. Al final hay que agachar la cabeza y darle la razón… si escuchas esa voz, fiáte de ella. El instinto, la intuición, son armas poderosas que no deben ser ignoradas.

Así que si algo se pueden sacar en limpio de todas estas palabras, son dos consejos:
El primero: Hablad. Decid lo que haya que decir, escuchad lo que haya que escuchar. El diálogo es cómo el agua en una herida, la limpia para que pueda curar con tiempo, y reduce las opciones de infección. No dejaros llevar por miedo, orgullo o ira, y hablad. Y si es necesario dejar pasar unos días o semanas para que esa conversación sea posible, hacedlo, pues algunas cosas hay que esperar a que se enfríen antes de poder hacer algo con ellas.
El segundo: Respetad el tiempo. Que si podéis hablar solo un poco, sea para establecer una distancia de respeto y tiempo. Hay quienes necesitan horas, días o semanas, usadlos para meditar, encontrar la calma, y comprometeos con la otra persona, a no crear mundos imaginarios o escribir toda una historia de la que solo tenéis algunas páginas. Aparcar amor y odio, centraos en limpiar el espejo y veros de verdad, y estar listos para ser mejor y tener las conversaciones necesarias.

Muchas veces yo he querido hablar… y no he podido, por necesitar un tiempo de reflexión y calma.
Otras he querido escuchar, y me he encontrado con una avalancha de odio fermentado que no daba paso a ningún diálogo.
Así que… sé que no es mi mejor consejo, pero tener la paciencia del tiempo, y tended el puente del diálogo, cómo solución a los problemas con quienes más queráis, es la mayor muestra de amor y bondad que podéis tener cuándo las cosas sean más difíciles y el amor sea más difícil de encontrar, y a la vez, más necesario, que nunca.

Un abrazo.

Namasté.

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