El efecto boomerang (II)
Parte 1.– Comenzaba a oscurecer aquella tarde de otoño. La lluvia había sorprendido a las aceras limpiándolas de culpas y olvidos, y el reloj estaba preparándose para devolverle a la manija de las horas lo robado en primavera. En un quiosco de una ciudad cualquiera, dos viejos conocidos se reencontraban…
— ¡Pareces asustado! — dijo ella con una sonrisa preciosa.
— Quizás un poco, el destino ha sacado un quinto As y ha vencido a mi Escalera Real… — replico él, su cabeza no dio para más
¿No me digas que te has aficionado al Poker por Internet? — contestó ella con esa sonrisa que derretía el alma del chico que tenía delante.
— Vaya, veo que no has perdido esa ironía tan tuya — dijo él mientras comenzaba a relajarse tras el susto
— Y qué, mi dulce montaraz ¿Cómo te ha ido la vida sin mi? — contestó ella, pícara
— Bueno… cuando me arrastraba por el suelo, descubrí que con la arcilla bien tratada, ya tenía un rojo que añadir a mi paleta que dejaste en blanco y negro, y luego, con paciencia, he completado colores, sin prisa. — dijo él, mientras sentía cómo la vieja herida le picaba un poco.
— Ohhhh! Qué locuaz, ya empiezas con tus metáforas, las echaba de menos, la verdad — replicó, burlona, y sin perder la sonrisa.
— Madre mía ¡Sarcasmos!… voy a acabar con el culo colorao… — replicó él, viendo la que se le venía encima
— No lo sabes tú bien — dijo ella, mientras empezaba a dirigir sus pasos por la calle en la que estaba el quiosco, y él, cogiendo fuerzas para plantarle cara, decidió seguirla.
Tras casi un minuto de silencio, él ya estaba listo para su contraataque.
— Bueno, y a qué se debe esta reaparición en mi vida ¿Quieres hundir el barco ahora que flota? Te duele que ya pueda imaginar una vida sin ti… — dijo él, con una fuerza rencorosa y herida.
— No, joven Jedi, deberías saber que yo jamás quise hacerte daño ¿Acaso lo dudas? — preguntó sonriente, pero con su cara cambiando a un gesto serio. Él se quedó mirando sus ojos unos segundos y vio como ese comentario del barco hundido parecía haberle dolido, pero a él le costaba controlar algo que no había olvidado del todo y protegerse al mismo tiempo para no caer de nuevo en aquel pozo.
— Perdona, la cicatriz aún me duele en los días de lluvia, en los cambios de tiempo, incluso algunos días soleados… me dejaste una huella muy profunda, nunca me había costado tanto salir adelante, jamás vi el camino tan angosto, y nunca temí tanto perder esa alegría y la sonrisa, que contigo alcanzaron su plenitud. — dijo él, siendo simpático, pero conteniendo su emoción y el recuerdo de sus días más oscuros
— Si, para mi ha sido todo muy muy fácil. Mi mejor amigo se enamoró de mi, y al final, para poder superar ese sentimiento, tuvo que alejarse, y yo acostumbrarme a vivir sin él, cuando cada pequeño detalle divertido del mundo me recordaba a él. Para mi fue todo muy sencillo… — replicó ella, un poco molesta.
Él cogió aire para intentar calmarse — Perdona elfa, pero ¿qué esperabas?, creamos un vocabulario nuevo para dibujar un mundo en el que aprendimos juntos a diseñar colores nuevos. Un día, nuestros labios se cruzaron, y fue la excusa que yo necesitaba para abrir del todo los ojos y darme cuenta de cuanto tiempo llevaba enamorado de ti ¡Lo siento joder lo siento! Yo también sacrifiqué a mi mejor amiga cuando le dejé el micrófono a mi corazón, pero ya me era imposible callarlo.
Pasados unos minutos, ella respondió, en tono tranquilo — Si queremos escribir más páginas de nuestra historia, quizás debamos olvidar, o comprender bien lo que pasó. Sé que me has querido, y tú, pese a lo idiota que eres, deberías saber lo importante que has sido y eres para mi.
— No sé cómo, la verdad ¿Tienes una goma de borrar para las heridas de las uñas del destino? ¿Tendrás acaso vitaminas para fortalecer al olvido o una brújula que le indique a mi corazón otro camino? — dijo él, haciéndose el pedante a propósito para contribuir a que la tensión se diluyera en la noche y sacarle, como él siempre había sabido, una sonrisa
— No, idiota, te he traído un regalo, el mejor regalo que te hayan hecho nunca, uno con el que espero compensar todo el daño que te hice… — y tras decir eso abrió una pequeña caja con una preciosa cadena de plata en la que había colgado un anillo de oro blanco. En él, un amplio grabado de séis sílabas en sánscrito, se veía en el acabado perfecto que aquello no era un anillo más… él se quedó embelesado, aquello era una flecha al centro, como sólo ella conseguía hacer con un solo disparo.
— ¿Eso es para mi? — dijo él, con cara de tonto, hipnotizado por un objeto tan especial
— ¡Sí! — replicó ella — es para ti, pero no es tu regalo… es el envoltorio
Él no pudo evitar reirse, y mirándola, le dijo — ¿Y qué regalo podría superar a esto?
— Ese barco que yo hundí, y que conseguiste reflotar… ¿Me harías un hueco en él para que me quede a vivir contigo? — dijo ella.
Y él, al más puro estilo cómic, dejó caer su mandíbula y se quedó con la boca abierta… y entonces fue ella la que no pudo evitar reírse.
Comenzó a llover, y ella sacó un paraguas para compartir. Él recuperó el control de su boca y fue capaz de cerrarla. Siguieron caminando en silencio y con cada gota, el miedo se hacía fuerte en el corazón de un chico que no creía tener más pegamento para desastres, que no se creía que eso le pasara a él y que buscaba la perversa lógica en aquello. Ordenaba pensamientos lo más rápido que podía, tenía que decir algo, y no sabía por dónde empezar, y pensó que como en los más grandes viajes, lo esencial era ese primer paso…
Continuará próximamente…
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A pesar de que el final es de esperar, salvo que a alguno de los dos se le cruce el cable y donde dije digo, digo diego, me está «enganchando» esta historieta ;)
UN abrazo
Yo también estoy enganchada. Un primer paso perfecto, ya veremos cómo se da el segundo.
Un abrazo.