Lo mejor de nuestra vida…
Algo tienen mis 40 que apetece mirar atrás y hacer un repaso sin rencor de aciertos y errores. Extraer enseñanzas que en su día dejamos sin atender, perdonarnos por personas a las que pudimos tratar mejor, modelar un carácter que pasadas ciertas edades parece ya forjado en acero. Pero no lo he hecho mal del todo, o eso quiero creer, si no habría cogido «el otro camino» en ninguna de las grandes intersecciones que he tenido. Aunque siendo honestos, una vez vamos por un sitio perdemos la visión de lo que nos podría haber deparado el otro, así que ese sentimiento es normal, no queda otra… vista al frente oh Capitán mi Capitán.
Esos 40 son, en el mejor de los casos, mitad de camino. A veces pienso en hacer un vídeo y dejarlo programado en YouTube para dentro de un año, a modo de epitafio en caso de que no pudiera despedirme, y salir en pantalla repartiendo amor e instrucciones en caso de abducción alienígena o ser atropellado por Cristiano Ronaldo. Algo en plan «Y a ti te quise mucho, y a ti también, y tu… hija de fruta… ya no me importas, y sin embargo, te dedicaré un segundo…«, no es una mala idea… aunque habría que quitarse la coraza y desnudar el alma. Me detendría sobre todo en mi familia, esa «fuerza de la naturaleza» que mueve mundos y que siempre han tenido paciencia conmigo, y me han apoyado en todo. Mi búsqueda del amor me llevaría incluso más tiempo, habría muchas, quizás demasiadas personas, que se merecerían un cálido recuerdo por haber tocado mi alma en su momento.
Creo que tendría que dedicarle un ratito a la tecnología… a los móviles que me hicieron feliz, mi primer ordenador, mis partidas de Battlefield o tantos momentos que me pusieron la piel de gallina o marcaron mi vida. Formé parte de la generación del boom tecnológico, los que viajamos de los disquetes de 1,44 megas a las microSD de 2Tb, los que pasamos de ordenadores enormes a móviles con una potencia millones de veces mayor que la de aquellos primitivos pioneros.
Me pregunto si cuando llegue el momento de la despedida, pensaré en los amores que no pudieron ser, a modo de putas espinas eternas enquistadas en el alma, o si me arrepentiré de no haber tenido descendencia, o si un fotograma revelador me descubrirá justo al final algún secreto que no sé, sobre la vida o el mundo, y mi paso por ambos. Quizá entonces vea esa forma curiosa que tienen de trenzarse el todo y la nada, dibujando el mundo entre opuestos que se necesitan inevitablemente.
Y sobre todo, espero evitar el miedo al gran viaje y agradecer a la vida lo otorgado, que ha sido mucho, casi demasiado.
Hasta entonces… a seguir bailando,
eso es, de la vida, secreto y regalo.
Creo que no es malo, a la edad que sea, plantarse a la orilla de la chimenea, tratar de ponerse «neutro» y analizar lo vivido, lo actuado en tu propia obra de teatro, la de aquello que has transitado. Sin flagelos ni falsas vaselinas, pero teniendo muy claro que los peones que hayas movido en el tablero de ajedrez de tu vida… no tienen marcha atrás. Pueden retroceder los caballos y los alfiles, organizarse en un acorazado tortuga y esperar a ver por dónde te caen, por dónde te llueven las hostias, lo cual, aunque a veces es inevitable, no es muy recomendable.
Por tanto, con aciertos y errores, sempre avanti.