Sin destino

Supongo que va unido a la conciencia el sentirse perdidos, mas allá de fábulas e historias en las que hemos compartido las dudas de una hormiga ahorradora o una tortuga que corre. En este mundo, otros animales tan solo siguen instintos, necesidades básicas… se guían por la supervivencia, la perpetuación de la especie… son felices sin smartphone y pueden viajar miles de kilómetros sin mapa ni GPS.
Nosotros lo complicamos más, desde que no tenemos que luchar por cazar o recolectar la comida que haga de carburante, hemos creado necesidades, desde las realidades más sencillas, justas y simples, hasta otras circunstancias que casi podríamos llamar imaginarias, siendo superfluas y tontas (para gente con gafas). En aquellos tiempos de necesidades elementales ya apareció algo que nos ha perseguido, según crecía, hasta nuestros tiempos: Las expectativas. Si eras hijo de cazador, se esperaba que también lo fueras; siendo mujer, tenías un rol muy claro, y si te olvidaba, la fuerza del hombre te lo haría recordar. Han tenido que pasar muchos siglos para suavizar muchas cosas, pero otras… siguen ahí.
Se espera que sigamos un camino, no se cuestiona si es el correcto, es como una flecha que te lleva en una dirección… como un GPS que te lleva a tu destino. Una vez pude echar un vistazo a cómo podrían ser esos últimos pensamientos justo antes de acabar el viaje, y me sorprendió mucho, no era cómo esperaba, aunque eso es para otro día, para otra historia.
El destino es inevitable, tan solo podemos elegir la ruta… y disfrutar honestamente y con corazón y mente unidos y de la mano, del trayecto.