Fábula de la Luciérnaga Errante
La primera vez que la vi, comprendí que todas mis búsquedas habían tenido sentido, que no estaba loco, que aquella luciérnaga que la madurez me hizo soñar existía y que ella podría hacer mi vida maravillosa, y yo… yo podría revolucionar su mundo pues su corazón junto al mío me daría una fuerza que ni yo mismo era capaz de imaginar, haría sus días extraordinarios… todos ellos.
Su alma, tenía forma de sonrisa, de optimismo, de camino despejado, de «un pasito más», de «si quieres puedes», de «la felicidad está en ti». Su cuerpo, rebosaba esa belleza en unas manos delicadas y suaves, unos labios dulces que enmarcaban la sonrisa más perfecta que jamás hubiera visto. Si ella sonreía no te quedaba más remedio que pararte a contemplar tanta belleza y como te detenías hipnotizado no te dabas cuenta de que los astros se asomaban a verla y el mundo contenía su respiración para ser partícipe de aquella magia. Su melena pelirroja la protegía de quemarse cuando el Sol se paraba a ver su sonrisa. Cada gesto, cada pequeño detalle, completaban la figura de aquel particular ángel ante cuya belleza, tan solo podía emitir un balbuceo torpe y contener mi emoción.
Desde que la vi, desde lejos, soñé con ella. Con desayunos con risas, con cosquillas, con masajes y besos, caminos con piedras que saltar juntos, montañas que hacer menos empinadas compartidas… recordé la última vez que había sentido algo así por alguien, con la salvedad de que esta vez el círculo se cerraba, la persona lo merecía… aunque el mundo me acusara de loco, yo sabía que aquella era no mi media naranja, sino el corazón que encajaba a la perfección con el mío, no para latir juntos, sino para encontrar un ritmo celestial que contagiar, además, al mundo.
Me costó reunir el valor para hablar con ella, consciente de que no era una más, sino la única. Sabía que por inspirado que estuviera, mis palabras serían torpes y escasas, se quedarían cortas… y sin alas. Pero también sabía que por ella cruzaría volcanes descalzo y me bebería los mares si tras una puerta tuviera su sonrisa. A veces saltar al vacío no es una opción, sino el camino de lograr tus más altos y sagrados sueños.
Así que salté…
Sus palabras eran tan coherentes como cada garbanzo que había dejado en el camino. Su amabilidad, dulce, su timidez, cálida.
Pero el destino me ponía a prueba una vez más… llegaba tarde, pues otro caballero había obtenido antes que yo el favor de una oportunidad al lado de tan mágica dama.
Mentiría si no dijera que de todas mis heridas, aquella me había parecido la más profunda.
Mentiría si no dijera que mi cuerpo empezó a temblar y sentí unas ganas de llorar que no pude contener. Mentiría de no decir que me rompí, deseando dejarme llevar hecho ceniza por un viento cruel que podría haberla acercado a mi orilla un poco antes.
Sentía que no había otro camino que ella, ni otros pies al lado de los cuales mereciera la pena caminar.
Tan solo una persona mágica y especial, distinta y plena… y se me había escapado.
Lloré siete días con sus noches, pensé que mi corazón se rompería… pero en eso me equivocaba, sobrevivió.
Con mi última lágrima llegó la idea de no aceptar una rendición, de que si su caballero no daba la talla, quizás, algún día, tuviera mi oportunidad. La idea de que su felicidad era más importante que mi dolor, y que lo asumiría mejor si ella tenía esa plenitud que creía tan solo yo podría ofrecerle.
Y entonces la magia que invoqué accedió a mi deseo sincero, lo cumplió y me convirtió en un precioso narciso que estaría plantado siempre a la puerta de su casa.
Aquí espero.
Podré ver su cara todas las mañana,
incluso con suerte me regará de vez en cuando.
Y si algún día veo tristeza en su alma, si algún día no es feliz,
volveré a ser el hombre que fui,
para llevarla en brazos al mundo que merece,
y si no es así, moriré feliz por haber adornado la puerta,
de lo más bonito que jamás he visto.
Image taken from Stockvault. Called «Daffodil near stream«, by Chris Adzima (Thanks)
Gracias por darle a mi día la calidez que le había faltado y por conseguir que esbozara una sonrisa.
Una vez más, un precioso texto.
La belleza hecha palabras.
Gracias por tanta magia!! Qué bonito!!!
Un abrazo.
Gracias corazón, si tú supieras!
jajaja es de los relatos con los que más he disfrutado,
esta vez salió de un tirón y sin pestañear.
Un abrazo enorme
Grandiosa tu inspiración, para escribir algo tan hermoso!!
Muy lindas también tus últimas fotos! Gracias Kike!
Un abrazo con estrellas por tu talento *****