Senderos y hombres
De vuelta de mis rutas de montaña me esperaba la gente que me rodea, en una curiosa mezcla de abrazos y bofetones. Hay voces bálsamo, y otras personas cuya forma de ser, o circunstancias personales, son turbulentas a día de hoy. Estos últimos son, este verano, amplia mayoría.
Hay quien vive la calma que ha encontrado tras mucho tiempo de agonía, quien sufre por divorcios de seres muy cercanos, quien se mete tanto en problemas ajenos que ahoga y es ahogado de la misma manera, quien ha elegido intentar crear una familia sin plantearse si lo hace con la persona indicada, quienes evitan el inevitable conflicto con interesantes proyectos compartidos… pero el mundo gira ¡Agárrate fuerte! y no te marees.
Los debates internos entre lo que necesitamos y lo que hacemos se manifiestan más que nunca, en quienes me rodean, incluso es algo que siento en mi propia piel a diario. Y nos sentimos incómodos cuando no podemos manifestarnos tal y como somos, bien por ser complacientes, por no alterar la paz, por caer bien, por sentimientos difusos y/o encontrados… en fin, ya sabéis ¿no?.
En esta vorágine de sentimientos prosiguen las más incipientes búsquedas, en contraste con quienes ocultan con capas de cal aquellos avisos del alma que les desagradan. Cada vez son menos las personas capaces de arañar mi alma, pero en lugar de sentir que el círculo se cierra, siento la calma de poder distinguir, cada vez con mayor claridad, a quienes merecen la pena, haciendo lo posible por hacérselo saber.
Las tormentas están ahí para que podamos saborear el cielo azul, los miedos por lo vivido hacen que miremos mejor el suelo que pisamos, los sueños que esperan ser cumplidos se rediseñan revitalizados por los que pudimos cumplir, cada paso nos da la oportunidad de acercarnos a la luz que brilla al otro lado de toda niebla.
Y ya no sé si soy o siento, si vivo o pienso, con el viento por manantial y alimento, con miedo de quitar la escarcha a un corazón helado, con miedo a los honestos o mentirosos «Te quiero». Sonriéndole a ironías, casualidades y motivos, subido en un tranvía parado en el presente, deseando saltar en un ombligo hecho piscina, sin miedo a que no haya agua bajo el trampolín de unos labios, intuyendo el as que la parca guarda en su manga.
Escalera a tu alma, brújula de la que soy aguja, tu mirada prometiéndome la Luna, tu boca, mi cuna.
¡Muchas felicidades! Es un placer y una pequeña dosis de esperanza seguir viéndote por aquí. Brindo por otros tantos años…
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