Follar bien es cuestión de actitud

No hace mucho comentaba Charlize que tuvo un encuentro con un chico al que doblaba la edad, y que la experiencia no había estado nada mal, que la recomendaba. Al final, el varón joven puede tener más fuerza y empuje, hay que desfogarlo, y si una mujer madura sabe manejarlo, pueden suceder grandes cosas (o terribles decepciones). Esa misma línea argumental la esgrimía yo mismo en el instituto al pedirle una cita a una profesora de inglés que me doblaba la edad, una mujer espectacular cuya belleza iba a juego con una mente divertida y despierta. En aquella época me sentía como aquella colegiala que en La Última Cruzada le parpadea a su reverenciado profesor Jones con un «I love you» pintado en los párpados.



Y es que a la hora de follar, como en la vida, la actitud es incluso más importante que la aptitud, o que poseer una deslumbrante belleza. En todo, si le pones ganas, eres mucho mejor que alguien que por mucho que sepa, pasa de todo.
Todos hemos vivido alguna situación cómica en la cama (drama+tiempo=comedia), y tenemos vergüenzas y historias que jamás contaremos, o quizás sí. En mi primer beso hubo más mordiscos que besos, y cuando meses después llegó a mi mundo aquella hermosa pelirroja que fue mi primer amor, decidió que ya era momento de enseñarme a besar. Cada beso era un mundo, y su olor y su belleza me desbordaban por completo. Era demasiado inexperto e idiota, y cuando llegó el momento de estimular su «botón» mágico, ser informático no me ayudó en nada. Menos mal que ella lo olvidó con el tiempo, yo no pude perdonarme tan fácil como ella el daño que pude hacerle.
Pero me vino genial, porque me obsesioné para que aquello no me volviera a pasar, y estudié la genitalia y la cópula con la misma avidez que Leonard Hofstadter buscaba en Google cómo complacer y sorprender a Penny. Y como la vida a menudo es una irónica hija de fruta, cuando creía «apañármelas» con buena nota, llegó otra importante lección: Cada persona es diferente, y debes aprender en base a su forma de sentir y vivir su intimidad.



Aquello fue un chasco importante, los informáticos somos mucho de manuales y FAQ (que no fuck), y el no poder establecer un patrón, nos jode más que nada en la vida. Así que tocó aprender caso por caso, el doctor Gregory House habría estado muy orgulloso de lo que vino después. Estudio detallado de cada «paciente» (que no, no era Lupus), y aprender términos ingleses tan complejos como fist fucking, squirting, MILF, cock ring… aunque siempre había otros más castizos como francés, mamada, beso negro o dilatador anal. Mi palabra favorita, cómo comenta el libro «La Mecánica del Corazón«, siempre será Cunnilingus, que el protagonista del libro le pone de nombre a su mascota, y le evoca a un legionario romano.
La primera vez que alguien me pidió azotes me asusté, la segunda me lo tomé mejor. Aprendí que las ganas suelen estar unidas a los sentimientos (aunque de joven puedes con todo), y que algunas cosas, son más de lo que parece, como explicaba Vincent Vega en su famoso speech sobre darle un masaje en los pies a una mujer. La vida puede ser maravillosa, y la intimidad es una caja de sorpresas, lo mejor es no ponerse límites y probar cosas nuevas, cómo sabiamente, nos enseñó Airbag.



¿Hemos sacado algo en claro?
Pues no, pero hemos pasado un buen rato, si os he hecho reír alguna vez y solo ha habido una «mijina» de incomodidad, he cumplido mi cometido por hoy.
Probad cosas nuevas ¡Coño!, pero… ¡sin miedo ni norte!, que se nos va la vida y todos esos sobres de cromos se quedan sin ser abiertos.
¡Paz y amor! Y si has llegado hasta aquí ¿te animas a contar uno de tus momentos incómodos? Haría este post aún más divertido 😉

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