Gracias (de corazón a corazón)

Hoy tengo un día de esos sensibles, en que todo duele más en la piel… y también, agrada más.
Las caricias se convierten en escalofríos, y las penas en lágrimas, casi sin pedir permiso.
Soy capaz de ver, desde lejos, fechas que se acercan y duelen al recordarte, traidoras, quien ya no está en tu vida. Pero por suerte, también hay cosas que te recuerdan, una y otra vez, el sentido que eso tiene y que igual que eras afortunado al tener a esas personas en tu vida, ahora lo eres por no tenerlas, bien por que han cambiado, o bien por haber perdido su máscara, y desvelar el precio o el valor de su amistad. Consuela lo suficiente el haber luchado por ello, el haber expresado sentimientos, aunque no haya servido de nada. Agradecimiento, aprendizaje, paz y crecimiento.

Y te aferras a tu pequeña ración de compungido victimismo para lamentarte de tus nervios y tu suerte, del inminente mal trago que se acerca inexorable y por el que no te quedará otra que pasar. Sacas puñados de optimismo de tus bolsillos y quieres convertir todo eso en trampolín, en un salto hacia una versión mejor de ti que haga postponer, lo máximo posible, el gran viaje al otro lado.
Pero te da una lección de humildad alguien que tiene que tomar 20 pastillas al día para hacer frente a un diablo estomacal, y peor aún, otra persona que lleva luchadas mil batallas, pese a su juventud, y que cada vez tiene menos fuerzas y oportunidades de aferrarse a la esperanza. ¿Cómo puedo yo mirarme el ombligo habiendo un ser querido tan al borde del abismo?

Cada día deberíamos recordarnos lo maravilloso que es vivir.
Ni dejar besos sin dar, ni «te quieros» sin decir.
Cada vez que sentamos un pálpito, hagámoslo viajar en palabras o imágenes, para que al llegar… pueda generar otro, allá dónde quiera ser bien recibido.

Hace poco decía que quiero completar la metamorfosis, de quien soy algunos días, que escribiría «que os den» en su epitafio, en caso de tener una tumba a tal efecto, a ser la persona que sencilla y sinceramente, escribiría «Gracias» a modo de decirlo todo.
Así que gracias, a los me habéis aguantado y querido aunque no siempre mereciera una vida extra. A los abrazos y besos dados, e incluso a los callados. Gracias a los que compartieron uno de esos momentos en que el Universo se detiene a contemplar su propia magia mientras dos amigos o dos amantes conectan y detienen el tiempo. Gracias a los que me habéis escuchado de verdad.

Gracias, gracias, gracias.

Por favor, no dejéis de vivir ni un solo minuto.
Nada de lo que vives es un boceto, es todo el cuadro de tu vida.
¡Píntalo con la pasión que merece! ¡Dale tu estilo! ¡Disfruta!
Ni te conformes, ni guardes pinturas para tu próximo cuadro.

Gracias, de verdad.

Punto… y seguido.

 

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