Lecciones de la deriva (II)
Hace unos meses se me rompió el corazón. Sí, fue culpa mía, pero ese «Quiéreme cuándo menos lo merezca, porqué será cuándo más lo necesite» del Dr. Jeckyl ganó más sentido que nunca. Me quedé desnudo, culpable, triste… os mentiría si no reconociera que por primera ver en lustros, mis ganas de vivir rozaron el cero absoluto.
Me avergonzaba mucho de mis errores, me costaba salir adelante, no encontraba caminos, y los que encontraba, estaban obstruidos por árboles metafóricos, piedras o ríos sin puente.
Me costó un mes ser capaz de expresarme y pedir ayuda entre líneas, me costó mucho recordar las palabras de ánimo que tantas veces había puesto en pancartas para ir a animar a otras vidas, ahora necesitaba hacer gala de ellas en la mía, y no encontraba los rotuladores. Pero creo que mantuve la calma mejor que otras veces, quizás esa madurez traicionera estaba ahí después de todo, aunque ojalá se hubiera plantado ante mi antes y me hubiera dado una buena reprimenda sobre las cosas que haciendo mal, me llevaban al abismo.
Pero a lo que vamos. Cuándo pude hablar, mandé un primer mensaje pidiendo ayuda y contando mi historia con el corazón roto en la mano y las lágrimas recorriendo mi mejilla. Escogí a una de mis criaturas favoritas, y compartí mi naufragio con honestidad.
No tuve respuesta.
Lo bueno es que mientras pasaban las semanas, iba mejorando, iba recordando secretos para sobrevivir a la pérdida, motivos para vivir y preservaba esperanza de que todo tuviera un cierto sentido antes o después.
Mientras tanto, el mundo no acompañaba. Me sentía solo, y nadie parecía entenderlo. Pedía ayuda con gritos ahogados, y nadie me escuchaba. Mi madre, sensacional, lloró conmigo y enarboló una bandera de optimismo, una vez que como yo, asumió que el camino ya no tenía retorno. Y aunque hubo alguna persona más cerca… pesaban más aquellas que yo sí esperaba tener a mi lado y que no estaban.
Y entonces comenzó esa decepción a diluirse en el agua contaminada y llena de plásticos de este mundo tan hostil. No pude hacer nada. Por quinta roja directa expulsé a la astróloga que cree ser buena persona pero que vive de jugar con ilusiones ajenas, y me sentí más ligero, me gustó aquel gesto. Y ¿Por qué no seguir? Cuándo llegó la respuesta a aquel primer mensaje tras la muerte en vida, ya no me importaba. No era la primera vez que quien perjuraba estar siempre, no estaba. Pero sí podía ser la última. Contesté un par de mensajes con la inercia, pero sin alma, hasta que me quedé sin palabras, cómo si ya no me quedara nada qué decir ¿Para qué justificarme? ¿Para qué llorar aún más por el dolor sumado al dolor? No, el silencio se encargaría de eso… y ya me daba igual la imagen de salvador perpetuo, de puto angel guardian, si algo me tiene que dejar esta mierda es aprender que da igual lo que la gente piense de ti… de nada importarán tus mil aciertos el día que falles, de nada sirve todo el amor que das cuando alguien no quiere o puede ver tu corazón. Haz las cosas por ti, y serás libre. Regálate al menos eso.
Hoy volví a pensar en contestar ese mensaje, y seguía sin palabras. Quizás las necesito yo o quizás ya no tengan sentido, lo descubriré en el devenir del camino.
No quiero que esa rabia me invada, no quiero enfadarme con quien no me trate cómo creo que merezco, quiero aportar luz a quien me rodee, sin importar nada más, no desgastarme por lo poco que cuidan algunas personas los pedacitos de corazón otorgados, y preservar la ilusión de ofrecerlo a quien quiera probarlo… aunque eso sí, ya no más pedacitos, que le den un lametazo y lo degusten, ya no me quedan muchos fragmentos grandes y tengo que medir bien, con mucho mimo, cómo los siembro o los obsequio.
Me duele sentirte así cuando siempre has sido el más positivo. Te mando mi abrazo más sincero. En el camino se pierde a gente, pero la q sigue a tu lado lo hará para siempre, disfruta de las personas q están y no sufras x las q se quedaron atrás, quizás no estaban en su mejor momento o simplemente no pudieron estar. Las q importan son por las q tienes que continuar. Mira hacia el futuro, construye paso a paso un nuevo camino, aparta las piedras con las q tropezaste y pega ese corazón tuyo xq la gente q te apreciamos queremos volver a sentirle tan optimista como siempre. Un abrazo muy fuerte
Siempre es más fácil ayudar a los demás que ayudarse a uno mismo.
Orienta la luz de tu faro, dices que hay personas a tu lado. Dirígete hacia ellas y que no pese lo que no está.
Todo, absolutamente todo, pasa por algo.
Ánimo Kike, estoy convencida que renacerás de nuevo como el ave fénix, es cuestión de tiempo, calma y alma… Nos guste o no, esas cosas son vivir…
Un abrazo inmenso!
Gracias Sue, gracias por tu cariño sincero. Un abrazo