Al otro lado

Ya llevo una semana en España, adaptándome de nuevo al ritmo del mundo occidental, a esa realidad que me da de comer y recuperando una cierta normalidad en mi vida, y sobre todo, en mi espalda. Sí, una de las cosas «malas» que me dejó el viaje fue una lumbalgia bastante durilla, y aunque conseguí atenuarla allí con un día y medio de descanso, y me dio una tregua para que pudiéramos visitar un par de sitios mágicos, al llegar a España volvió para obligarme a hacer un descanso, y una vuelta al trabajo aún más lenta al tener que teletrabajar estos días. (Por cierto, he vivido una mejoría espectacular con Kna-Diol, una pomada que os recomiendo si tenéis lumbalgia o problemas musculares, va genial)

¿Qué me enseñó Ecuador?
Pues muchas cosas… la verdad. Que la vida es otra cosa que Amazon y Twitter, y que hay que ganarse el «almuercito» caminando y viendo mundo, a falta de poder hacer surf. Que el mundo está lleno de rincones mágicos, y que en muchos de ellos no hay agua potable, ni limpia, ni mucho menos caliente, con la que ducharte. Que los mosquitos españoles son analfabetos comparados con los mosquitos «universitarios» de la selva, cuyas habilidades ninjas les hacen colarse en mosquiteras ante tu asombro. También aprendí… que no volveré a comer gambas o langostinos, no al menos sin estar muy seguro de su origen. Lo que se hace en Ecuador y en otros países con esto es una repugnante barbaridad, si queréis saber más… os dejo un enlace que lo cuenta mejor de lo que yo lo haría, es una realidad que supera la ficción y me dejó boquiabierto. También aprendí que cualquier juguito casero, en lo que los ecuatorianos son unos artistas, es mil veces mejor que cualquier cocacola, y que hay muchas más frutas de las que yo conocía, algunas con aspecto de huevo de dragón:

Guanabana vs Cacao

Por cierto, qué rico el cacao al natural… por lo menos el exterior de las semillas. Allí cada fruta tiene una forma diferente de comerse, y los que venimos de fuera estamos sujetos a hacerlo de un modo inadecuado y acabar con cara de asco al no hacerlo bien. Y de lo más importante, he aprendido que en sitios dónde la gente tiene muchísimo menos, realmente poco, la gente comparte más, trabajan en equipo y se ayudan de una forma difícil de concebir en Europa, allí se entiende mucho mejor el «todos somos uno». Eso sí, la «calma» que tienen los ecuatorianos, supongo que por su forma de vida y carácter, es difícil de llevar. Así ocurre que cuando llega allí un europeo pone patas arriba los negocios, no trabajan bien el marketing y eso explica que un país tan increíble no tenga la fama de muchos otros claramente con menos que ofrecer.

Vivir un cumpleaños tan lejos, pero recibiendo tanto amor…
Si hace algo más de un año, mi cumpleaños fue especial por la visita de mis dos duendecillas favoritas, una gallega y una madrileña, este año fue especial por vivir la celebración tan lejos de casa, aunque tan bien acompañado. Tuve una tarta hecha con mucho amor y poco azúcar, velas que tenían que ser con números… claro, ya no caben tantos palitos en una tarta moderada, una camiseta de Villa Mompiche, y una cesta de frutas. Todo, envuelto con mucho amor y unos nuevos amigos maravillosos. Jamás lo olvidaré, la verdad. Al igual que el cariño de la gente que por diferentes medios digitales me hicisteis llegar… cada año me sorprende y aunque me cuesta sentirme digno de ello, agradezco de corazón tanto, entre tanto abrazo no eché en falta nada ni a nadie este año, gracias a todos los que me seguís aguantando y os hicisteis notar ese día de un modo u otro.

Ecuatoriano al volante, peligro constante.
Lo de las carreteras es otra historia, los ecuatorianos están locos al volante, son unos verdaderos chiflados. He visto cosas increíble… desde una anciana adelantándonos a 130, hasta una carrera de dos camiones pesados, gente parando en curva a contestar un mensaje o a hacer alguna necesidad física, ellos hacen lo que quieren cuando quieren, y es demencial. Un día vimos un camión de cervezas volcado en una curva (¿a qué velocidad iría?), hacen auténticas barbaridades y no entienden por qué les pitas cuando lo haces… con razón nos recomendaron no conducir de noche en Ecuador, pues claro, hay quien pone luces, y quien no, y muchos ponen tantas luces que son capaces de cegarte, a lo «campo de fútbol de noche», por no hablar de los leds de colores que esgrimen sin vergüenza ni ridículo, y que diga yo eso… tiene tela.

Resumiendo un poco, que me ha encantado Ecuador.

  • Mompiche es y será uno de mis paraísos favoritos en la tierra.
  • Otavalo es un mercado enorme, maravilloso y lleno de artesanías, imposible no comprar.
  • Baños de agua santa es un paraíso de agua caliente y cataratas.
  • La laguna del Quilotoa, en el cráter de un volcán, te dejará sin palabras, y sin aire.
  • El Pailón del Diablo es una maravilla de la naturaleza y el mundo.
  • En Puerto Misahuallí, los monos te robarán algo si no tienes mucho cuidado.
  • Echaré de menos tomar algún día una deliciosa Avena Polaca.
  • Los mosquitos más pequeños, las arañas mucho más grandes y las serpientes, de todos los tamaños.

Espero no tardar mucho en volver. Este viaje se fraguó de un modo muy inesperado, en menos de una semana decidí todo y me puse a prepararlo… y la verdad, es que di en el clavo en una gran mayoría de las necesidades del viaje y todo salió a pedir de boca. Aprendí y crecí, hice una pausa necesaria en un año complicado, y cogí fuerzas para los próximos meses.
Tanta gratitud y amor no me caben en el pecho.
Un abrazo enorme y gracias por leerme

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