Alguien eleva su mano y tú… ¿agachas la cabeza?
El otro día hablaba con alguien de cómo nos cambia este mundo en el que vivimos, y de cómo, por ejemplo, debido al comportamiento humano, nos hemos vuelto tan desconfiados que cuando levantamos una mano para acariciar a alguien, esa persona piensa que va a ser golpeada y agacha instintivamente la cabeza. Me ha pasado alguna vez, queriendo abrazar o acariciar la cabeza de alguien, que me respondiera con ese gesto involuntario de huir, dándose cuenta segundos después de su acto involuntario. Y si físicamente se expresa así ese temor, mentalmente somos aún más propensos al miedo a caernos, tanto, que a veces preferimos aceptar el quedarnos sin volar, asumiendo la comodidad de la tierra como mejor opción que la posibilidad del tropiezo en caso de querer alcanzar el cielo.
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El año pasado, en uno de mis últimos intentos de relación me pasó algo parecido, quizás yo no saltara sin paracaídas (confieso que ya no lo hago), pero sí estaba dispuesto a creer y luchar por intentar volar, pero la otra persona parecía buscar argumentos para quedarse en tierra. «Tú no te involucras tanto como yo«, «tú haces esto mal y aquello también»… y no era difícil ver, con una cierta perspectiva, que había dado tanto o más que ella, y que todo eran excusas para evitar plantarle cara al miedo de cambiar su vida y su mundo, todos tendemos a acomodarnos en el sofá de nuestro pequeño hogar virtual, y dentro del caparazón y bajo una manta se está tan bien que ¿Para qué exponerte al frío o los elementos? ¿Para qué embarcarte en una relación cuando solito no tienes a quien desordene tu cosmos? Muchas personas tienden a desestabilizar nuestro mundo, también hemos olvidado que cuando alguien te quiere y te merece, normalmente solo aporta cosas buenas y las malas son meras anécdotas en comparación con ello. Pero el mundo ha cambiado, cosas de la modernidad líquida y ese usar y tirar al que nos hemos acostumbrado y que extrapolamos a personas y relaciones.
Qué le voy a hacer, sigo siendo un romántico, no sé cuantas hostias me quedan para que se me pase. No queda otra que intentar volar, muchos hemos vivido algunos meses o semanas en el cielo, y siempre soñamos con volver a él. Ese el secreto del miedo, se puede tropezar, y en ocasiones llegarás a sangrar… pero es tu obligación levantarte sonriendo celebrando cada día que estás vivo, y si no estás ya volando, corre valiente para poder despegar.
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