Con los pies y mis recuerdos inmersos en la arena de mi playa
El pasado es un sofá en el que no me gusta acostarme a menudo, pues te puedes acabar sintiendo tan cómodo en él, que desearías quedarte a vivir ahí. Tras una vida repleta de echar de menos personas que ya no existían, por haber cambiado de esfera o de planeta, un gran día aprendí que mirando al frente corres menos riesgo de tropezar, disfrutas más del viaje y tienes la oportunidad de dibujar cosas maravillosas, no sin equivocarte, no sin tropezarte.
Pero por mucho que he querido mirar al frente, a veces la vida te obliga a mirar atrás, a recordar olores, momentos, sentimientos y personas, a mirarte en un espejo en el que te das cuenta, eras muy distinto, a viajar a otro momento del tiempo que se te ha dado.
Comencé este año volviendo rumbo al Sur, a Alcalá la Real, un pueblo prodigioso donde tuve la fortuna de pasar los mejores dos años de mi infancia. Allí, mis compañeros de 2º de EGB aún me recordaban, y especialmente, una niña con la que compartía mis juegos cuando vivía entre olivos. 33 años separaron aquel abrazo que honestamente, yo pensé que jamás se produciría, perdida ya toda esperanza de reencontrarme con aquella simpática rubia de ojos azules y gran acento «andalú». Me equivocaba, tuve mi abrazo.
Alguna vez os habré hablado de mi sitio favorito del Universo, esa playa de Bastiagueiro donde tantas veces he creído hablar con Dios, todo un lujo siendo tan ateo como yo. Allí escribí mis primeras historias de amor, lloré hasta quedarme seco, imploré algún beso a la luz de sus estrellas e incluso estrené mi primer coche, siempre he querido compartir momentos mágicos con mi playa, y si algún día me caso, tendré que llevar a la que se convierta en mi adorada criatura a ese rincón para que los Dioses la bendigan como merece.
Allí conocí a mi primer amor, la mujer del pelo rojo, la boca de oro y los ojos verdes que esclavizó mi corazón durante 187 días, por aquel entonces pensaba que había cosas que se podían medir, y no era así. La primera vez que la besé es probablemente, el recuerdo que más veces habría repetido en caso de que existieran las grabadoras de momentos, no se olvida un primer beso así. Recuerdo, ya vagamente, mil cosas, pocas con orgullo. Me sentí como un mortal que una diosa había bajado a acariciar envuelto en nubes, y supongo que no tardó en verse lo humano que yo era. Yo no sabía usar la boca más que para besar, aunque no lo hiciera mal ya por aquel entonces, pero mis manos eran torpes y vergonzosas, y según me hice hombre o semidios pensé alguna vez si con lo que aprendí años después habría mantenido aquella diosa a mi lado, pero aquello no era un final… sino un comienzo, allí comenzó mi vida adulta.
La ruptura me pilló en plena selectividad y en lugar de obtener nota para hacer Arquitectura, tuve que considerar planes alternativos debido a mis pésimos exámenes… lo cual, por otro lado, fue un gran regalo, que ella me hizo sin saberlo, pues me llevó por un camino mucho más entretenido que el de la arquitectura. Pensé que no lo haría, pero sobreviví al apocalipsis de la ausencia de sus besos, y mi insistencia por recuperarla hizo que acabara por dejar de hablarme, no podría culparla. Morí y resucité muchas veces, pero supongo que jamás se olvida el primer amor ¿no?
El día que me hicieron mi oferta de trabajo en Madrid me crucé con ella, y aquel día, muchos años después, volvió a saludarme.
Una década después nos cruzamos de nuevo en una de mis visitas a mi tierra, en un concierto del maestro Sabina, y en una charla en la que me sentía furtivo, avergonzado y extraño, pude darle mi blog ofreciéndole de paso mi amistad para lo que necesitara, sabiendo que para ella era fácil de olvidar al ser una gran canción de Joaquín, una pasión musical de las que compartíamos. Imagino que tiempo después se acordó y pasó por aquí, y de aquí llegó a mi twitter, por donde nos hemos mandado algún mensaje de vez en cuando, y por el que me ha gustado ver de vez en cuando si estaba bien o si alguna palabra mía podía hacer que se sintiera mejor. Y ya solo quedaba un paso, por twitter… no hace mucho, le di mi móvil, y hace poco intercambiamos unos primeros whatsapps, un medio destinado a reemplazar las dulces cartas manuscritas y los cada vez más nostálgicos emails.
El pasado Sábado, nos contábamos batallitas y recordábamos a través de mensajes aquellos tiempos, sin viva voz ni acento gallego, y me sentía a la vez afortunado por vivir un momento así, algo que hace unos años me parecía imposible, y nostálgico de aquella época en la que todo era tan diferente y los jóvenes sentimientos parecían un volcán en erupción ¿En qué me parezco a aquel chico que «hablaba con Dios» en su playa de Bastiagueiro? ¿Qué queda de él en mi? Ella, en aquel entonces, vivía a pocos metros de aquella playa, la que se convirtió en mi mejor confidente y en cuya arena he escondido mis mayores secretos.
Suelo perdonarme haber sido un crío, haber dejado escapar a grandes mujeres, pero soy ecuánime y también me felicito por todos los pulpos y nécoras que devolví al mar antes de que acabaran conmigo. No es fácil madurar, aprender a ser persona antes que hombre, y aunque el miedo nos hace estúpidos, la ilusión por ser mejores nos hace humanos. Quizás haya perdido parte de la bondad e inocencia que tenía por aquel entonces, cuando me daba vergüenza desabrochar un sujetador o abrirle a la gente el corazón. Lo malo de sembrar trocitos de tu alma en las manos de otras personas es que muchas los tirarán al suelo, pero si evitamos dejar de sonreír, acaban por regenerarse.
No sé si la vida me brindará la oportunidad de darle un abrazo a la versión adulta de aquella diosa que marcó mi vida regalándome un rumbo mágico que me llevó a Madrid y a medio mundo. Somos lo que somos por cada una de nuestras intersecciones, y me encantaría darle las gracias por lo que supuso para mi viaje.
Pero el Destino siempre tiene un plan, y mi papel en él quizá sea soplar para llenar su vela, y que surque un mar que la lleve a su felicidad más plena, o tan solo ese abrazo con el que pueda contar si algún día se queda sin aire ni fuerzas.
Cuando buscaba imagen para mis palabras me crucé con esta fotografía mágica que hace que me sienta como si estuviera allí. Qué ilusión saber que era de mi querida SuperKarmen, un patrimonio de la Coruña y un prodigioso ojo fotográfico. Con su permiso la cuelgo aquí, y os invito a seguirla: Facebook — Twitter — Flickr – 500px — Instagram
¡Gracias bonita!
Probablemente, para mí, una de las cosas más bonitas, siendo sencillas, que has escrito. Tenía que decirlo. No sé, tiene matices especiales. Chapeau! Abrazote fuerte.
Al final no queda otra que desnudarse para tener éxito… virtualmente, claro. La franqueza y el corazón nunca pasarán de moda. Gracias bonita ;)
Tu desnudo es tan impúdico que podría parecerse a mi historia, quizá 10 años, otra playa gallega, algún matiz, pero el pasado y el amor que te llevan por tortuosos caminos de recuerdos en blanco y negro siempre dependiendo del mismo.
…todo parecido a la realidad es mera coincidencia pero que maravillosa exposición de recuerdos con heridas semi cerradas que apuestan por cicatrizar. Me gusta¡¡¡¡¡
Madre mía… cómo escribes,
me has dejado sin palabras.
Te debo un abrazo ¿no?
Cuidatenos mucho Malú