Sin perdón

Cerré los ojos y por un momento pude sentir de nuevo su calidez rodeándome.
Los labios perfectos, esos ojos castaños, tan profundos, tan sabios, tan suyos.
Esa melena lisa y oscura que parecía querer llegar a un culo al que siempre me han recordado los postres, pelo que acariciaba la espalda con la que soñaban constantemente mis manos, la corteza de un alma nacida para bailar conmigo.
Su risa era la maldita sinfonía perdida de Beethoven, sus manos la seda con las que las parcas tejen destinos desde que el hombre es hombre.
Y todo sería una anécdota de no ser por ese corazón cuya semilla de vainilla creció regándose cada mañana con la más selecta gota de rocío de cada amanecer.
Así era aquella criatura con la que tuve el placer de cruzarme en varias ocasiones, y que nunca, por mucho que haya corrido, he logrado dejar atrás.
Tan solo una vez tuve la oportunidad de decirle todo con un beso, y jamás me podré perdonar, que hablé tan bajo, que no me hice escuchar.
De poder hablar con sus labios tan solo una vez, les diría mi mayor verdad, mi mayor secreto, que solo en sus ojos, que solo en su boca, llegué a encontrar mi verdad.

angel
photo credit: Khánh Hmoong via photopin cc

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1 respuesta

  1. bruma dice:

    Ufff que preciosidad!
    Un abrazo de corazón grande.

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