Con cambios bruscos de temperatura… se rompe una roca
El otro día me encontré de nuevo con un sentimiento familiar. La caricia después de la bofetada, la tortuga que te grita que corras, el cobarde que te pide que te atrevas… una de esas contradicciones que tiene la vida y sus habitantes, de las que cuando crees saber algo de alguien, te hace desorientarte por completo.
Recuerdo una vez, hace unos años, que había descubierto la cara más oscura y siniestra imaginable de un gran amigo desde hacía muchísimo tiempo, media vida; tuvieron que pasar varias semanas desde que viera lo que había detrás de su máscara hasta que yo estuviera entero para enfrentarme a él, pero en aquel proceso, un día recibí un regalo suyo, de esos que dan en la diana y que te llegan al corazón, uno que él me había enviado desde lejos como agradecimiento, uno que yo sabía cínico y deshonesto. Aquel día, en la recepción de mi empresa, cuando abrí el regalo, no pude contener las lágrimas, me rompí, como pocas veces en la vida lo he hecho, las chicas que estaban allí me miraban estupefactas y yo me escapé buscando un rincón donde estar tranquilo y coger un poco de aire.
Del frío al calor… en esa rápida transición, quiebran las piedras más duras, lo recuerdo de la clase de geología. He vivido esos cambios de temperatura muchas otras veces en mi vida, no siempre tan intensos, no siempre con tanto dolor. Las rupturas de las relaciones y amistades que se deterioran paulatinamente son más fáciles de llevar que las que llegan por sorpresa. Y a veces hay alguien que te trata mal, que es poco considerado contigo y que te decepciona día sí y día también, y luego llega un día en el que tiene el gesto más hermoso que puedas imaginar, y esos momentos, cuando el frío glacial se inunda con el más intenso calor de la amistad, o viceversa, son los que personalmente me rompen y crean un nudo en mi garganta que me cuesta mucho contener, si lo consigo.
Sí, lo sé, tener expectativas genera decepciones, y aunque cada día limito más las mías, también es cierto, que hace tiempo me dí cuenta que no puedo ser feliz si le pongo un jersey a mi corazón, y que debo sentir el mundo… a pecho descubierto, aunque evidentemente, eso tenga sus riesgos.
Pese a todo, me seguiré rompiendo de vez en cuando, pues será indicativo de que sigo vivo, muy vivo.
Muy buen post, sincero y cercano. Me duele imaginar tu dolor, pero es natural, y sin duda es mejor que anudarse la garganta. Entiendo bien tu sentimiento, aunque cada uno proyecta su propia versión. :-)
Te abrazo….