Salto
Allí estaba por fin al borde de la puerta, al borde de los 30, segundos antes del esperado momento, sintiendo el fuerte viento empecinado con hacerle temblar sus piernas. Un instante puede dar para mucho, y aquel le sirvió a él para recordar los pasos que le habían llevado a esa puerta a miles de metros de altura sobre un suelo lleno de colores.
La primera vez que había visto posible realizar aquel salto fue mientras hablaba con una amiga de su madre que le contaba que tenía unos familiares en Suiza con una empresa de avionetas, que una vez al año, cogían equipos de paracaidismo y ponían rumbo a España para pasar unos días con su gente, compartiendo barbacoas, risas y disfrutando de algunas tardes de saltos en algún precioso paraje de la zona. La amable chica le hizo un hueco y le incluyó en la lista de invitados a una tarde de saltos. La ilusión se oscureció cuando unos días más tarde, cuando ellos estaban a medio camino recibieron la noticia del fallecimiento de su hijo en un accidente aéreo en Alaska, una espeluznante noticia muy cercana para ellos, no hubo supervivientes y no encontraron restos del avión, como si la tierra se los hubiese tragado. Para un chico de 15 años que ya entonces creia en el destino aquello fue una señal curiosa, por primera vez sintió que debía abandonar un sueño por el camino, sintió miedo… y unos años más tarde, casi lo había olvidado.
A los veintipocos le sucedió algo parecido al planificar un salto con una compañía de avionetas que organizaba este tipo de eventos. Estaba todo casi listo, pero una semana antes perdieron una avioneta y uno de sus pilotos, y al final quedó todo suspendido sin saber si algún día lo realizaría o no, habían sido dos peligrosos guiños del destino, y él no quería ser el protagonista del tercero.
Allí estaba al borde de la puerta, y casi sin darse cuenta, flotaba en algún lugar muy alto, sintiendo como el aire lo sostenía y ejercía casi de aliado, sin ver apenas como se acercaba el suelo y aumentando la velocidad poco a poco… disfrutando de aquel momento y sin dejar de pensar en las señales del destino ¿debía haberse quedado en tierra? Le costaba aceptar que tuviera que renunciar a aquello, se había dejado llevar por un amigo, pero ahora tenía miedo, recordaba aún más claros esos momentos en los que se dijo que nunca haría aquello, lo que las señales indicaban, podría ser un poético fin… entre pensamientos llegó el momento en que el aparato que llevaba en la muñeca se puso verde, era el momento de tirar de la cuerda, y con el corazón apunto de explotar y los nervios cerca de hacerle perder la consciencia, tiró de ella.
Wow, buena historia, joder, por poco pensaba que se espachurraria contra el suelo, buena manera de mantener la instriga cuando se pone en juego la vida.
Saludos
PD: Es mi primer comentario, pero llevo tiempo siguiendo tu blog ;-).
Vale tiro de la cuerda pero… ¿Qué paso? ¿Salió el paraca?, ¿Se rompió la rodilla en el aterrizaje?, ¿salió todo bien?… jejeje, jo! no voy a poder dormir, pensando en la suerte del pobre hombre…
Mejor así
Yo tiré de la primera cuerda… son unos segundos de tensión hasta que notas que el slide hace su trabajo… y empiezas a oir el susurro del aire en lugar del huracan que te acompaña en la caida… despues… encuentras lo que yo llamé «el sitio», el lugar en el que estas completamente solo… y a tus pies… absolutamente todo, alla a lo lejos. Efectivamente, te pasan miles de cosas por la cabeza. Una experiencia inolvidable, te lo aseguro.
Cuando llegas abajo pensé: «ya está… pero cómo hubiera reaccionado si al tirar de esa primer cuerda…»
saludos KATEyuk
Ro, yo creo que al final tiró de la cuerda y el paracaida se abrió y se dio cuenta de que todo lo que había pasado anteriormente habían sido simples coincidencias y que podía haber vivido sin miedo… Eso nos pasa a todos, vivimos con un miedo irracional a algunas cosas y una vez que no nos queda mas remedio que hacerlas nos damos cuenta de que no había por qué tener miedo… :P que filosófica estoy hoy!
Besos