El Profeta (I)

De todos esos libros que he ido coleccionando hay uno especial, que vino a mi siendo ya viejo y muy usado, forrado para proteger su consistencia y permitirle aguantar un poco mas. Fue en mi onceavo cumpleaños, y me lo regalaron unos amigos de la familia. El tiempo lo convirtió en mi gran tesoro, lo primero que salvaría de un incendio, y no imagino un mejor contenido: Es «El Profeta«, de Kahlil Gibrán, una obra importantísima y básica, que todo el mundo debería tener. En este libro, un anciano abandona Orphalese, el pueblo que le acogió durante los últimos años, para partir en barco… la gente del pueblo, al verlo partir, acude a él para realizarle una serie de preguntas referentes a diversos temas, cosas tan humanas como nosotros mismos… y el libro comienza, como no, hablando del amor:

Entonces Almithra exclamó: «¡Háblanos del Amor!»
Irguiendo su cabeza recorrió a la multitud con sus ojos y el silencio cayó sobre todos. Y con firme voz comenzó así:
     «Cuando el Amor os llame, seguídlo. No importa cuán abrupto y escarpado sea su camino.
     Cuando el Amor os hable, creed en él, no importa que su voz despedace vuestros sueños, como el viento arrasa el jardín.
     Pues de la misma forma que el Amor nos corona, así nos crucifica. Como contribuye a nuestro crecimiento, así también participa de nuestra poda.
     Tal como sube a nuestra copa para acariciar los brotes más tiernos a la luz del sol, también desciende a nuestras raices para sacudirlas de su apego a la Tierra.
     El amor nos aprieta en su corazón como mieses de trigo, nos trilla hasta descubrir nuestra desnudez, nos sacude hasta liberarnos de cáscaras y pajas, nos muele hasta volvernos puros como copos de nieve, nos amasa con lágrimas hasta volvernos tiernos y luego nos lleva al fuego sagrado que nos transforma en el pan mítico que será ofrecido en la mesa de Dios.
     Todas estas cosas hace el Amor con nosotros para que conozcamos los secretos del corazón. Pero si lo teméis y preferís vivir tranquilos, más vale que cubráis vuestra desnudez y partáis de la era del Amor a un mundo lejano, donde podréis reir, pero no con toda vuestra risa, y podréis llorar, más no con todas vuestras lágrimas.
     El Amor no da más que a sí mismo, y no recibe sino de sí mismo.
     El Amor nada posee y nadie puede poseer al Amor, porque el Amor se conforma con el Amor mismo.
     Cuando améis no digáis «Dios está en mi corazón». Mejor decid: «estoy en el corazón de Dios».
     No imaginéis que podáis dirigir el curso del Amor. Si el Amor os hallare dignos, determinará por si mismo su propio curso.
     El amor no tiene más deseo que el de alcanzar su plenitud. Y si cuando améis aún queda en vosotros deseos, que sean éstos:
* El deseo de ser como un arroyuelo que, con su murmullo,
arrulle los oídos de la noche.
* El deseo de conocer el Amor hasta que sangre vuestro corazón,
conforme y feliz.
* El deseo de abandonar el lecho al alba de cada día con el corazón alado
y agradecido por el nuevo día de amor.
* El deseo de descansar al mediodía para meditar sobre el éxtasis del amor.
* El deseo de regresar al hogar en el crepúsculo con el corazón henchido.
* El deseo de adormeceros con una plegaria en el corazón y una canción de bienaventuranza en los labios.»

Evidentemente, hay que entender este libro en su contexto… data de 1923, y está escrito por el que es posiblemente «el mayor y más célebre escritor y pintor del Mundo Árabe». Este comienzo va tras una introducción en la que habla del pueblo y de el Profeta, y después Gibran habla de «el Matrimonio», un pasaje espectacular que os escribiré otro día, dado que no he encontrado una traducción igual que la de mi viejo libro, y prefiero compartir esta. Este pasaje del que os hablo es aún más fascinante y esencial, y lo leyeron en la Boda de mi hermana, fue precioso… una compañera de trabajo pidió también que lo leyeran en la suya, pero ella se casó por la Iglesia, y está prohibido leer textos «no sagrados» en tal evento.
Otro día seguimos con este libro ¿vale?