Los cien mil regalos
Esta mañana en el Metro no podía dejar de pensar en esa chica que había visto bajarse del autobús minutos antes.
En el trayecto desde mi pueblo me había llamado la atención la dulzura de una chica que andaría por los 20 años. Su rostro, sus ojos y su pelo largo dibujaban una escena tierna y dulce. En la oscuridad de la helada madrugada la miré unos segundos pues estaba sentada en los asientos del otro lado del pasillo, antes de perder mi mirada en la ventanilla y cerrar mis ojos esa media hora que puedo descansar antes de llegar a la estación en la que el bus me deja para coger el Metro de cada día que me lleva al trabajo.
Al llegar la vi bajarse, y según andaba vi sorprendido lo mucho que le costaba moverse. Arrastraba una pierna y se contoneaba mucho para poder avanzar hacia su trabajo o estudios. Recordaba haberla visto algún otro día de espaldas, sin reparar demasiado en ella. Me rompía el corazón verla así y no era capaz de imaginar qué historia habría detrás de aquello ¿Era un problema de nacimiento? ¿Fruto de un accidente?
Y entonces valoré ese extraordinario privilegio de poder andar con comodidad, sin dolor, casi flotando y totalmente inconsciente. Y empecé a fijarme en pequeños detalles por los que dar las Gracias… ¡Hay tantos!.
Todos tenemos taras, físicas o mentales, que conocemos o bien no vemos.
Somos pasajeros temporales del tiempo y la fortuna, y es curioso como la casualidad nos quita y nos da cosas.
Valoramos algo al perderlo, sea una persona, una cosa o una capacidad, es ese mundo en el que la noche y el día nos han enseñado a vivir entre contrastes. A veces, el Universo parece echársenos encima, y quizás entonces deberíamos pararnos a ver esos regalos que la vida nos ha hecho, aunque nunca nos hayamos parado a valorarlos. Vemos bien, o borroso, pero vemos, y aunque no viéramos, podríamos oír, a Vivaldi, a Pink Floyd, a Bruce y a Freddy, podemos oler manjares e incluso saborearlos, tocar la piel de otra persona, tenemos una chaqueta calentita y blandita que es cómplice contra el invierno, y esta mañana vimos la Luna al salir a la calle por primera vez, o las nubes, y es que tuvimos un techo donde pasar la noche, y una manta, y una ducha, y un grifo dónde por arte de magia, sale agua.
No sé si me hago entender… solemos echar en falta cosas, siempre nos falta algo, pero ¿Por qué no pararnos a valorar todas las maravillas que tenemos? ¿En serio no eres capaz de ver alguna cosa que te haga sentirte agradecido a la Vida y el Mundo? Busca bien… la tienes delante, abre tus manos ¿Las ves? Tienes dos… con 5 dedos cada una ¿Cuántas «Gracias» merece cada uno?
Toda vida tiene cien mil regalos, motivos por los que vivir y luchar por ser feliz, y es curioso que aquellos que tienen menos de todos esos tesoros, suelen ser quienes más los valoran.
Intenta verlos, no pierdes nada… lo esencial es invisible a los ojos.
Agradezco a aquellos que han herido o me han dañado porque han reforzado mi determinación. Agradezco a aquellos que me han contradecido porque han profundizado mi conocimiento. … Agradezco a quienes me han golpeado, porque se han reducido mis obstáculos kármicos.
Agradezco a quienes me han abandonado, porque ellos me han enseñado a ser independiente. Agradezco a los que me han hecho tropezar, porque han fortalecido mi capacidad.
Agradezco a los que me han denunciado, porque han aumentado mi sabiduría y concentración. Agradezco a quienes me han hecho firme y decidido, Porque han ayudado acercarme a mis logros.
Como puedes imaginar… no tengo palabras.
O tal vez sí, una: Gracias.