Mar Rojo (I): «Qué muerte más tonta».

Ya intuía yo que mi último viaje podía ser algo inolvidable, pero tampoco sabía qué esperar, al ser mi primer «vida a bordo», y dadas las incógnitas me limité a dejarme llevar. Tenía a mi querida y locuela Moonanet a mi lado de compañera de viaje y bajo el mar, y la sorpresa de que Tim y Carol se apuntaran hizo todo aún más especial al poder añadir a dos personas de las mejores que he conocido en mi vida. Era un gran caldo de cultivo para vivir unos días mágicos… y así ha sido.

Norte + Brothers
De las muchas rutas que se pueden hacer en barco en el Mar Rojo, tuvimos la suerte de escoger una muy interesante, siempre, por supuesto, con los chicos de Rojo Dive Safari, porque las personas marcan la diferencia en un viaje así. Por el Norte, visitamos el parque nacional de Ras Muhammad, y barcos hundidos como el Carnatic y el Thistlegorm. Además, Dolphin y Yolanda reef, la mágica «Anemoni City», el Dunraven… y dos días en las Islas Brothers, unas preciosas islas donde buscamos tiburones, especialmente, el gran longimanus, que se acabó añadiendo a la fiesta, y del que nuestro compañero Cárlos Suárez (OceanosdeFuego.es) hizo esta magnífica foto que podéis ver en National Geographic:

En ella está Paquito, al que le acabamos cogiendo cariño pues hicimos varias inmersiones con él, y por las noches nos visitaba para beneficiarse de los peces que atraían las luces del barco. Con mucho respeto disfrutamos de una criatura increíble con el que yo había estado soñando semanas antes del viaje, el tiburón oceánico (Carcharhinus longimanus).

Grandes momentos
Es difícil resumir tantas experiencias con palabras. Los días eran tan largos y llenos de cosas, que parecían dobles o triples, y decíamos «ayer» cuando había sido a primera hora. Me encantó el Thistlegorm, era impresionante ver sus motos, coches… que no llegaron a una guerra que aún así ganaron. El Carnatic, un velero del siglo XVIII, es impresionante también.
En las imágenes de abajo: un Mero medio manchado (Cephalopholis hemistiktos), un pez payaso del mar rojo (Amphiprion bicinctus) y al final unos peces cristal, de lo más bonito que vi allí, pues andaban en bancos enormes y atravesarlos era algo mágico, como la escena de Avatar de las hadas versión subacuática.

¡Qué muerte más tonta!
Uno de los grandes momentos fue a raíz de un problema que tuve para quitarme el chaleco, justo antes de subir a la zodiac y acabar una inmersión. Me quedé medio atrapado y dando vueltas, y aunque aún tenía el regulador, mi querido Tim se descojonó conmigo durante un rato, y añadió la frase del viaje: «Qué muerte más tonta«. A veces es curioso como has hecho lo más difícil, y de repente te tropiezas con cualquier insignificancia que casi te cuesta la vida. Empleamos esa frase tantas veces, y creo que pocas veces me he reído tanto…

El destino nos hizo muchos regalos… apareció el gran longimanus, y lo tuvimos muy cerca, y dos días seguidos (Ay Paquito, se te añora), y también vimos tiburones zorro y leopardo, una gran barracuda, un atún, peces león… aquello fue un zoo. Pero lo mejor, cómo no, fueron las personas. Charlie, y muy especialmente Rebe, una chica noble y de gran corazón, ambos padres y fuente del éxito de Rojo Dive Safari, pasando por Vicky, Tim y Carol, y haciendo una mención especial a Carlos y Patricia, de esas personas de trato fácil con las que te apetece compartir mucho más de un viaje. Podría enumerar 14 personas más…, pues todos contribuyeron a hacer de este un viaje inolvidable. Aquí las tenéis, y como no, el Vita Explorer que estrenamos, y que fue un gran hogar durante esos días.

De todos modos como quien dice acabo de aterrizar, en cuanto pueda os cuento alguna cosilla más. También hicimos una ruta por tierra, visitando Luxor y sus templos y El Cairo y sus maravillas, pero es una historia muy diferente, y merece un punto y aparte. Y le he puesto un (1) a lo del Rojo porque no creo que pueda resistirme a escribir algo más. Dado que he recopilado vídeos de 4 personas, la edición y el vídeo del rojo se hará esperar bastante, pero espero que valga la pena.
Un abrazo enorme, y como siempre, gracias por leerme.