Conversando con Kosh (VI)
Es bien sabido por estos lares, que de vez en cuando, me reúno con alguien especial, y hablamos. Él es de aquí, y no lo es, ha estado siempre, y antes, no es Dios, pero lo conoce, no piensa ni siente, pero sonríe, y tan solo es… ante todo, mi amigo.
Ayer quise olvidar mi cornisa en un cuadragésimo piso, e imaginarme tendido en la hierba bajo aquel árbol que hace tantos años me dio cobijo, en uno de esos días que no hace ni frío ni calor, y la paz más absoluta te gobierna. Tumbado en la hierba, me concentraba en el sol y en el aire en mi cara, con los ojos cerrados. No tardó en llegar para interrumpirla, justo como a él le gusta.
— Buenas tardes caballero ¿Qué tal todo? — dijo Kosh acercándose en silencio pero sin asustar, como sólo él sabía hacer.
— ¡Hola! Qué grata sorpresa, no te esperaba… — respondí ligeramente sobresaltado
— Ya sabes que… — comenzó a decir — …ser inesperado es tu esencia, sí, lo sé. — completé yo la frase.
— Si algo pudiera molestarme, me molestaría mucho que me consideraras predecible. — dijo sonriendo.
— ¿Es cosa mía o vas mejorando ese sentido del humor? — le repliqué picajoso
— Podría ser querido, podría ser… Y cuéntame ¿Qué tal te va todo? — preguntó curioso, pese a saberlo
— Pues no me puedo quejar, estoy contento y tengo bastante fe en mi mismo. Sigo desconcertado respecto al eterno tema de la cómplice vital, pero he aprendido cosas importantes para estar a su altura cuando llegue, ya sabes, como siempre. — contesté tranquilo y medio resignado
— No puedes decir que no hay acción en tu vida… hay momentos que parece un capítulo de alguna serpiente de esas que ponen en televisión — dijo él. ¿Culebrón? — contesté — Eso, eso, vosotros y vuestros primitivos idiomas — replicó… molesto, diría yo, de no ser porque no era posible.
— Pues si, no me puedo quejar de acción, peleas, revelaciones, dudas, sabores, colores… paisajes, pensamientos, sueños… y aunque me falten las musas para plasmar todo eso en texto, mi vida interior es muy rica, y me gusta esa fuerza nueva que me llena desde que dejé atrás ese mal vicio… — dije ilusionado.
— Las musas se fueron por que no las tratabas como debías — contestó pensativo, y siguió — estás acostumbrado a que la imaginación y la genialidad te saquen de apuros, y olvidas que algunas cosas requieren trabajo y constancia, y tu lo sabes… ¡Cacho idiota!
Yo estaba serio escuchándole, siendo consciente de su razón, pero no pude evitar partirme de risa con su insulto final.
— Así que… cuéntame… ¿crees que sabrás leer la mirada adecuada en el momento preciso? – me preguntó, mientras recobraba mi paz y mi tranquilidad. — ¿Acaso solo tendré una oportunidad de verlo? — respondí.
— Podría ser que sí ¿crees que la vida está llena de segundas oportunidades? Deberías saber, apasionado de las matemáticas, que siempre hay un último tango, y alguien sabio no debe esperar a ese baile para valorar todos los anteriores. — dijo, tocando una cuerda de mi guitarra que me dejó pensativo durante los siguientes diez minutos.
Pasado ese tiempo, respondí:
— Cada día siento y vivo mejor
— Pero no es suficiente — replicó rápidamente.
— ¿Qué puedo hacer entonces? ¿Cómo puedo forzar los ajustes necesarios? — le pregunté
— ¿Ajustes? ¿Cómo siendo tan bueno sigues siendo tan soberbio? Tú necesitas más que ajustes… — dijo tajante
— Jolín, tampoco creo que sea así… he dado algunos pasos al frente que deberías respetar o valorar — opiné
— ¿Y eso te ayudaría en algo? ¿Facilitaría algo? — preguntó
— No, seguramente no… me debilitaría — dije cabizbajo
— ¿Y cual ha sido desde siempre tu puto sueño, eh? — preguntó pareciendo enfadado. Yo dudé, de repente no sabía qué responder, no sabía si buscaba una realidad o una metáfora, así que cerré los ojos y dejé que se disipara la niebla que envolvía mi mente para ver qué quedaba.
— Volar — le dije — siempre he querido volar
— ¿Y a qué esperas? — preguntó atravesando mis ojos con los suyos
— ¿A la compañera adecuada? ¿El viento propicio? — le pregunté
Se levantó y sin mirarme respondió:
— Si no sabes volar solo, si no eres capaz de crear tu viento, quizás no merezcas volar… solo cuando vueles tan alto como puedes, aparecerá alguien que coja tu mano como sueñas, desvanecida toda esperanza, innecesaria por otro lado, cuando seas tan feliz que no necesites nada más, el mundo cambiará su ecuación. — dijo severo
— ¿para qué? — pregunté gritándole para que no dejara de oírme
Se giró y me miró por última vez:
— Para darte otra oportunidad de aprender.
Me encanta.
:)