Perdidos

Todo lo bueno tiene un precio, toda meta… sacrificios.
Y nuestra conciencia no es menos… su precio: podemos perdernos.
A veces me cruzo con personas errantes, que olvidan a donde deben ir.
El resto de las criaturas parecen seguir un plan mucho más sencillo… sobrevivir, preservar su libertad, alimentarse, reproducirse… necesidades también humanas, dado que la conciencia no incluía en sus beneficios perder el estatus de «animal».
La actitud es prima de la conciencia, y un atributo que compartimos con otras especies, pero que es mucho más importante e intenso en nosotros, ese inevitable lápiz que dibuja nuestros mundos posibles, que separa realidades alternativas.
A veces me gustaría poder ayudar a algunas personas a encontrarse. Indicar un camino, decirles esa frase mágica que apague una tristeza y que le conduzca a una nueva etapa colorista en su vida. Pero alguien deja de estar perdido tan solo cuando está listo para encontrarse, y las transiciones son parte vital de este proceso, ya sabéis, sin oscuridad… no hay luz.
¿Quien no ha estado perdido? ¿Quien no navega vacíos creyendo haberse encontrado?
Quizás no debería escocerme tanto la religión, pues durante siglos ha conseguido ser un punto de fuga para conciencias y seres errantes, que vieron ahí sentido y destino a sus vidas… ¿Qué más da que sea cierto? ¿Es más importante la certeza de algo o que simplemente te haga feliz? Esa ha sido una virtud de esa luz en milenios de tinieblas, el precio… elevado, pero ¿Ha compensado? Quizás sí.
Los pájaros tan solo se preocupan en volar, nunca se sienten polvo estelar.
¿Es mejor vivir en las pequeñas alegrías de cada día o ver de lejos el infinito?