Valientes con miedo

Él deslizó su mano por su frente apartándole el pelo que el viento llevaba a sus ojos, y la besó en el cuello. Ambos estaban sentados en una roca, al borde de un acantilado, haciéndole frente al frío que generaba el roce del aire, pues resguardados de él, la temperatura sería agradable. Faltaba poco para la hora en la que el Sol se pondría, dejando huérfana aquella tierra de su luz hasta pasadas unas horas, cuando asomaría juguetón y cósmico, a sus espaldas.
— Qué bien se está aquí — dijo ella.
— Sí, es nuestra pequeña parcela de paraíso hoy — respondió él sonriente.
— Viviendo en tiempo presente — suspiró ella — sin horizontes ni miedos.
— Bueno, los horizontes existen, y los miedos también, pero unos ya llegarán y a los otros los amortajaré con mi espada — dijo él, entre «haciéndose el interesante» y pedante.
— ¿A qué le tienes miedo tú? — preguntó curiosa
— Pues a algunas cosas… a que en una de estas vueltas el mundo me aplaste, a mentirme más de lo razonable, a las serp…
Ella le interrumpió — Ya, ya, pero con respecto a nosotros ¿cuales son tus miedos?
— Pues temo que no seas la mujer de mi vida, o que sí lo seas — contestó él entre carcajadas
— Aunque te rías, creo que te entiendo, y yo siento algo parecido — dijo ella, más seria – ¿Y qué piensas hacer con respecto a esos miedos?
— Pues para empezar… no quiero un presente sin ti. Por mucho que yo quiera que seas una cosa u otra, soy solo la mitad de la ecuación…
— ¿Y qué hacemos si ese miedo se apodera de nosotros y nos congela?
— No somos valientes por no tener miedo, sino por hacerle frente.
Se miraron fijamente y sonrieron juntos, sus miradas atravesaban pupilas y creaban universos como de costumbre. Se besaron, y se hicieron uno con el anochecer, y en la batalla particular de aquel día… todo el miedo que les quedaba se fue con el Sol.