Mi laberinto gallego
De nuevo entre la arena donde dejé jugando, hace tiempo, al niño que fui. Dicen que me vieron allí estos últimos veranos, con mi cubo y mi pala, comenzando castillos de arena por la torre donde soñaba, me esperaría la princesa. Aunque mi ciudad mude la piel, permanecen esos rincones donde escondí recuerdos y besos, cofres en los que oculté mis mejores recuerdos. De los más bonitos dejé constancia con dibujos entre las páginas preferidas de mi diario de papel transparente, y aquellos que no me gustaron, los borré dejando sitio para otros nuevos; ventajas de vivir a lápiz. Me quedé con los paraísos secretos y mágicos, y cambié momentos, situaciones o personas. No solo es evolución… sino cuestión de inteligencia sentimental.
Aunque era la primera vez que lo conocía, escondí algunos recuerdos antiguos entre los pasillos de un laberinto, haciéndole sitio a unos nuevos. La vida como trampolín y nuevos comienzos, como sueños y lecciones, y sonrisas y besos, puntos suspensivos… pero siempre «y seguidos». Si te entras en un laberinto debes saber, desde que des en él tu primer paso, que podrás perderte, pero que crecerás tras cada esquina y habrás de renacer al encontrar tu salida, esa que juega al escondite en nuestra piel, esa que habita los días impares en tu boca.
Seguí el camino de estrellas hacia el cielo, para encontrar el faro que guía almas. Un vez me dijo: «No me busques lejos, en horizontes perderás tu mirada mientras brillo entre tu pecho y espalda. Encuentra tu camino de baldosas rojas o amarillas, piérdete en el bosque para volver a él más grande, llena tus ojos de piezas del puzzle con las que completar ese alma compartida con la que nacemos bajo el brazo.»
Y seguí su consejo… y guardo su secreto en un cajón del que sólo mi sonrisa tiene la llave.
Aún recuerdo el final de aquella canción con la que el mar me acunó una noche, el que únicamente pudo llegar a mis oídos una vez dormido:
«Sonríeme, quiéreme, cree en mi,
si entre todas las veces que me has tenido en frente,
hoy es la primera en que consigues verme,
quizás yo… pueda cambiar tu vida para siempre.»
Ya he apalabrado unas alas para mi próxima vida,
y mi mar me ha prometido,
que seré gaviota.
«…ventajas de vivir a lápiz», impresiones intensas pero eso me ha «llegao». Yo que vivo entre el lápiz y el boli, tal vez decida abandonar más veces este último.
Maravilloso post. Lo he disfrutado de veras, tambien me ha encantado eso de vivir a lapiz, precioso. :)
Cuando sientes «saudade» de la infancia y de la gente querida, es buenisimo librarte de la rutina y tomar el camino, aunque sea por un día , a tu lugar en el mundo.Es bellisimo! Además del laberinto, está también tu mar y tu faro,no?
Habrás absorbido toda la energía de esa maravillosa naturaleza, me alegro que disfrutes Kike!
Un abrazo enorme :))
Así que os ha gustado lo del lápiz… eh… un símil bonito, la verdad. Mi Brumita y mi Tegala, qué dos! Un abrazo a ambas… pero a la vez… un trío en toda regla, con el permiso de vuestros respectivos.
Ese no es mi faro Olga, es la Torre de Hércules, símbolo de mi ciudad. Mi faro está a las afueras, en Mera, mucho más tranquilo y menos transitado.
Otro abrazo para ti al otro lado del Atlántico