La buena fortuna… ¿nace o se hace?

El otro día hablaba con una compañera que es de las personas que conozco con un mejor corazón. Llevo trabajando con ella media vida y nunca me sorprende cómo ayuda a todos y aguanta cosas que ninguno aguantaríamos. Quizás esas tragaderas suyas son parte de su problema. Hace 10 o 12 años se casó con un «cuñao», de los que creen que saben mucho y no tienen ni idea de nada, de lo que con 5 minutos te basta, para decir sin miedo a equivocarte: ¡Vaya gilipollas!
Pero la gente puede cambiar, y yo equivocarme… y siempre desee que les fuera bien.
Ahora, con sus 2 hijos ya siendo personitas, él parece querer dejar la relación y pone de manifiesto sus carencias y su ausencia de calidad humana, tampoco puedo entrar en muchos detalles. Orden de alejamiento por agresividad, niños cómo arma arrojadiza… lo clásico de un mal padre y una peor persona. Ella, mientras tanto, se pregunta cómo rehacer su vida, rehaciendo su autoestima mientras coge fuerzas para la batalla legal y sin más apoyo que el de su familia más cercana.

Pensaba en ella, en que su fatídica elección fue hace muchos años, y el resto… ciclos del reloj de arena. Fue entonces cuándo cometió un error crucial al acabar al lado de una persona no solo inadecuada, sino altamente violenta y tóxica. Es curioso cómo cruzarte con una persona inadecuada puede truncar tu vida para siempre. Pensaba en las veces que me he alejado de personas así, en si fue mérito mío únicamente o el destino me ayudó, en qué hubiera sido de mi en caso de quedarme atrapado junto a personas incapaces de amar sin poseer o de construir sin destrozar.
Sé que no es fácil construir una relación sana, y a veces es inevitable que con el tiempo el fuego se apague, o la relación se muera. Es chocante cómo algunas relaciones pueden ver pasar los años y preservar ese mismo fuego ardiendo entre ambos, qué curiosa es la química del amor. Entiendo a quienes se conforman con la paz y sacrifican la pasión, por tener una relación tranquila. Los amores más apasionados y desgarradores, los que más remueven, suelen ser los que te llevan a tocar el cielo… pero tienen la facultad de bajarte rápido al infierno y la locura, y pueden acabar contigo. Sin embargo, ten cuidado pues esos amores nunca se olvidan… y siempre te persiguen, a veces es mejor morirte entregándote a ellos (morirte no del todo, claro), que dejarlos sin vivir y perder una parte de tu color en el proceso. Es muy difícil, y yo he tenido ese tipo de amor que te consume, y he sido eso mismo para otra persona, y también he tenido amores tranquilos, y he sido eso para otra persona.

Algunas de las mujeres que he conocido han compartido periodos muy largos con hombres que no las merecían, sin planteárselo hasta haber perdido unos cuántos años, a veces demasiados. Otras, se casaron con ellos después de muchos años grises, sé de alguna que escapó corriendo del altar después de 15 días de noviazgo. Yo también he tenido relaciones que desde su comienzo… podía adivinarse el final, pero mi suerte, fabricada o encontrada, ha sido el no comprometerme con esas personas, sobre todo habiendo tenido un hijo con ellas, cosa que habría complicado la ecuación muchísimo. Y me pregunto si quizás mientras mi corazón desbocado quería lanzarse al vacío, era mi cerebro el que me hacía evitar dar un paso definitivo, para facilitar mi huida si era necesario.

¿Qué opináis vosotros?
La buena fortuna… ¿nace o se hace?