Escepticismo creciente

Hace poco me he dado cuenta de cómo, casi sin percibirlo, ha ido cambiando mi visión del mundo. Aquel chico que en su día creía casi sin cuestionarlo en fenómenos paranormales y todo tipo de sucesos extraños, cada día cree más en las ciencias, como método para encontrar respuestas a lo que ahora consideramos extraño e inexplicable, y aún preservando una fe inevitable en la fuerza humana y la energía que nos rodea, sé que el tiempo acercará las respuestas (aunque aleje la esperanza de la supervivencia como especie).

Y es que la perspectiva puede ofrecernos una visión muy amplia de todo… si le echas un poco de imaginación, puedes ponerte en la piel de una persona que vivió hace siglos y ver el mundo bajo la óptica de quienes nos precedieron. El mundo era plano y desconocido, allá a lo lejos, había un abismo, y justo antes de llegar a él, dragones. Estaban seguros de que la tierra era el centro del Universo, y todo giraba entorno a ella. Todo el mundo daba por hecho que había un Cielo (por encima de las inexploradas y misteriosas nubes) y un Infierno (bajo la profunda e inhóspita tierra); aún no se había conseguido volar ni se había indagado sobre las capas de la tierra, por lo que para aquellas personas, no era una metáfora cristiana. Las noticias llegaban distorsionadas por los años y la distancia, la medicina era un compendio de trucos sin el apoyo de la comprensión del cuerpo humano, la luz eléctrica era algo inconcebible, de existir una linterna, habría sido considerada hechicería, y con el que la tuviera hubieran hecho un entierro de la sardina sin sardina. Cuando a alguien se le ocurrió decir que la tierra giraba entorno al Sol, todo el mundo contestó que era imposible, y que de ser así los pájaros se caerían.
Los libros, cuando los hubo, se copiaban a mano, y por buenos que fueran los monjes, seguro que se cometían errores, y seguro que algún libro se quedaba en alguna esquina o dando calor en una hoguera si su contenido no convenía a su doctrina.

Podríamos hablar horas de historia, de buenos no tan buenos, y de malos no tan malos, de quienes en sus países se alababan como héroes mientras el resto del mundo los consideraba tiranos o piratas. Diferentes ópticas con las que ver una misma realidad, vistazos a los siglos que me han ido haciendo comprender de un modo diferente muchas cosas, merced a la lógica heredada de ilustrados y sofistas griegos.
Los mismos errores, una y otra vez, la evolución lenta y entre interrogantes. La religión como opio de un pueblo que la ha necesitado durante 2 milenios ¿Qué sucederá ahora? La gente sigue necesitando creer en algo, y hay muchos que no están dispuestos a dejar morir el mejor producto de marketing de la historia, y ya no nos sirve cualquier truco, si Dios pretende recuperar «followers» debería mandar a otro de sus hijos raudo y veloz, y que se deje de tablillas de mandamientos, mejor que hable con Steve y se baje con un iPad 5… pero que esté tranquilo, que aunque no lo haga, seguirá aquí la lucha de la consciencia humana empeñada en creer en la vida después de la muerte.

Si eso, os hablo otro día de mi creciente escepticismo sentimental… hoy, hablo del otro.