Musa rota

Entre miradas y comienzos, entre verdades y velos, el día que la conocí el mundo parecía contener la respiración justo antes de un suspiro. Pero no tardaron las palabras y esas energías traidoras en deshacer la magia de aquellos ojos y advertirme de que aquello no era el preámbulo de un soñado suspiro, sino el de un estornudo que estremecería mis huesos por unos días. El hechizo se deshizo en mis pupilas pero permaneció en las suyas, con la ilusión brillando y sus labios deseando otros que no podrían alcanzar ya plenamente. Porque hay dos maneras de besar, con los labios o con el alma, y un susurro en el viento me confirmaba que por mucho que me hubiese gustado darle mi alma, tan solo podría entregarle mi boca y mi afecto, intuyendo que mi corazón me lo haría pagar caro cualquier exceso.
¡Qué cabrón es el destino! Mezcla personas y momentos tan diferentes como incompatibles, pone en las yemas de sus dedos el sentimiento más suave para luego arrebatártelo con una lija ¡Qué injusto!. Pero no puedes luchar por luchar, ni amar por decreto, huir de la soledad tan solo porque esos brazos sean cálidos y te protejan del frío viento de la incertidumbre, no cuando sabes que no son tu hogar.
La di tantos besos como me quedaban en el alma, le dediqué unas lágrimas que no vio, me alejé creyendo que así le haría menos daño o evitaría males mayores, y con ello, un nuevo error del que exprimir enseñanzas, otra deuda en la cuenta de mi karma, y continuarían unas semanas con ganas de ser un ermitaño en algún paraje dónde no haya corazones que romper.
Ella quería ser mi musa, inspirarme mil historias de aventuras y alegrías, vivirlas conmigo, pero se quedó en una cicatriz permanente en el alma, en otro no poder querer, en unas líneas de un relato tan corto, que ni tan siquiera empezó.
 

Image from Stockvault called «Broken Heart«, by Nuno Ferreira (Thanks)
 
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