Un anochecer distinto (I)
Sentado en una piedra a dos metros del acantilado disfrutaba los matices del inminente anochecer, el mar ronroneaba abajo como un gato apunto de dormirse, y mientras la paz de aquella parte del mundo me conquistaba en silencio yo me dejaba invadir por un profundo bienestar, todo era dulce… la temperatura, la suave brisa, uno de esos instantes «perfectos» de los que tantas veces había hablado y que solo podrían mejorar con un refresco o una Heineken en la mano. Encendí un pitillo y me limité a seguir estirando los segundos, a pausar aquel momento y grabarlo a fuego lento en mi memoria, llenando las baterías mas allá de sus límites para consumirlas más tarde entre humos y rencores de la gran ciudad. Ese era mi sitio especial, el rincón donde recuperaba mi equilibrio, y esa tarde de verano había dejado atrás los compromisos para regalarme aquel maravilloso día.
De repente, escuché a lo lejos una voz de mujer que me decía «No, no lo hagas»
Sorprendido, giré mi cabeza hacia atrás para intentar ver quien decía eso. Se acercaba por el camino flanqueado por zarzales una chica, y unos segundos después continuaba, esta vez desde más cerca: «De verdad ¡No lo hagas!»
En su voz notaba una cierta ironía, como si no dijera en serio aquello, algo que por otro lado tenía sentido pues yo estaba sentado y tranquilo y nada en mi denotaba intenciones de saltar al vacío.
Se acercó y aquella desconocida me pidió permiso para sentarse a mi lado. Yo dudé, pues no consideraba que tuviera que dar permiso, estaba un poco desencajado por la sorprendente irrupción de mi paz, y titubeante le dije que sí. Se sentó un metro por delante de mi, tomándose su tiempo para encontrar la forma menos dolorosa de sentarse en unas piedras groseras que han resistido el paso del tiempo sin erosión para que no pudiéramos estar cómodos sobre ellas. Una vez se sentó podía verla entera, era una chica preciosa, tenía la piel blanca y unos espectaculares ojos verdes, su pelo negro era corto y liso, llegaba hasta el cuello. Era delgadita, menuda, y llevaba una camiseta morada de tirantes, con una frase en gallego que me hizo sonreír. Su vaqueros le quedaban genial, no tuve la osadía de mirarle el culo, y unos calcetines con rayas de colores junto con las Converse rojas completaban un conjunto que me dejaba sin palabras. Tendría unos veintipico, pero no era fácil calcular el pico. Me giré de nuevo poniendo mi vista en el horizonte, y evité cualquier atisbo de serendipia, ilusión, Fe o sentimiento que pudiera retorcer o revolver mi aparente paz interior.
– Buenos anocheceres, me llamo Julia – me dijo
– mmmm Hola, yo me llamo Kike – contesté a trompicones y bastante serio
– Y eras el chico más divertido de tu clase ¿no? – replicó irónica
– Eso decía la monja a la que desbarataba sus argumentos cristianos – dije a la defensiva
– ¿Y dejó de creer en Cristo? – respondió burlona
– ¡Que va! ya sabes que el amor es ciego, y la Fe también, y ella tenía mitad y mitad
– Pues poco va a quedar de ambos – dijo con tono más serio
– ¿A qué te refieres? – le pregunté
– Al amor, a la Fe… se apagan como velas sin cera, y la Fe, la cristiana al menos, me da igual, ya iba siendo hora, pero el amor… no deberíamos dejarlo morir sin luchar por él.
Me quedé unos segundos pensativo, no estaba acostumbrado a esas reflexiones entre desconocidos. Dejé de lado lo que ella era cómo mujer, y me centré en responderle de persona a persona, géneros aparte.
– Sí, tienes razón, el amor agoniza y no sé si podremos salvarlo, a no ser que le pongan un precio a su salvación en Wall Street y la ONU en múltiples reuniones extraordinarias, consiga aprobar el presupuesto pese al rechazo de China.
Entonces escuché por primera vez su risa, otra vez me pilló por sorpresa, aquellas metafóricas flechas flanquearon mi castillo, mi mente dibujaba una escena épica a lo Tierra Media «Hemos perdido el primer nivel, todos al segundo, escudos y defensas en todo lo alto. ¡Arqueros! ¡Gimliiiiiii!»
Cuando se reía cometí el error de mirar el brillo de sus ojos, sus dientes, aquellos labios… era más bonito que el anochecer que tenía delante, y castigándome cual párroco tentado, miré de nuevo al frente.
– Cuéntame ¿A qué te dedicas? – preguntó vital y animada
– Soy costurero de almas y reparador de cuernos ¿Y tú?
De nuevo se rió, esta vez no miré, me sentía fuerte, el segundo nivel aguantaba ¡Claro que sí! ¡Buen trabajo elfos!
– Yo soy futbolista de banquillo, tunante panderetera y relleno nubes por la noche – dijo
Esta vez al que se le escapó una risa fue a mi. No me pude resistir a mirarla, y vi que tenía una cara curiosa, como si sospechara que soy el asesino-mayordomo, como si viera algo raro… consideré las posibilidades de tener una hojita de orégano entre los dientes o algo así, avergonzado miré al frente pero noté que seguía mirándome.
– Tanto hablar de China y de la ONU, y dime, chico de la sonrisa bonita ¿Crees en el amor?
Pese al elogio, mi gesto se puso serio. La pregunta no era nada sencilla, así que desde el corazón, mirando al horizonte, contesté – Ya no sé qué creer
Acto seguido nos miramos unos segundos con una tenue sonrisa, cómplices, como si pudiéramos ver los tortuosos caminos que habíamos atravesado en la vida, los corazones rotos, las lágrimas, los vacíos, la esperanza, y al final de todo, nosotros mismos, tan coherentes, plenos y equilibrados como solos.
Mientras me miraba contestó: – No sabes cómo te entiendo
– Sí, si que lo sé – murmuré, sin tener claro si me había oído o no
Y luego tuvimos el primer silencio, compartido y nada molesto, de aquel anochecer eterno y finito.
Me ha parecido muy pero que muy interesante…¿Seguirán reflexionando sobre la vida, descubrirán que son almas gemelas…o se tirarán los dos por el barranco? jajaja
Chico de la sonrisa bonita ¡me muero por saber cómo continúa!
parece una escena sacada de una película… tas fresca, tan inocente, transparente y muy muy auténtica.
jo ¡Gracias a ambas! Así da gusto…
Espero poder continuar la historia a la altura
Aunque el final… ese ya lo tengo ;)
Lo de la hojita de orégano entre los dientes me ha matado!
Me ha encantado tu relato. Esperaremos con ansia al jueves…
Que bonita historia Kike, el mar está presente en casi todos tus relatos,
y te imagino en mi mente al leerte, en esos maravillosos lugares en que has estado y he visto en tus fotos, donde el mar aparece siempre como fondo.
Me gustó lo de «Costurero de almas y reparador de cuernos» jajaja..eres un poco así,no?
Que tengas buen viaje este fin de semana a «La tierra de los sueños» y que
encuentres el camino de ida y de vuelta…te esperamos ;)))))
Un abrazo inmenso :)*