Cuando el corporativismo mate al individuo
Hace un par de meses, cuando salía del dentista, Kurt ironizaba sobre que ahora está en su política de empresa que el médico acompañe al paciente hasta la puerta, dentro de unas nuevas normas que imponen en una cadena de clínicas odontológicas cada vez más grande. Supongo que él preferiría recoger el material o dedicarse al siguiente paciente, o simplemente, poder elegir qué hacer, pero las políticas son así, no entienden de flexibilidad ni de humanidad.
Después de aquello yo pensaba que una cadena de clínicas grande comprará a otra más pequeña, y será aún más grande… y llegará un momento que haya una tan grande que nadie pueda enfrentarse a ella. Establecerán entonces unos parámetros laborales, unos estándares de seguridad y trato al público… y pedirán a sus empleados que sean robots, perdiendo lo que nos hace diferentes, matando todo rastro de creatividad o imaginación, y por supuesto, de libertad.
Algo similar me sucede a mi cuando un inspector en riesgos laborales pasa por la oficina… que si no tienes bien el teclado, que si siéntate de este modo, que si ese cable debería estar de otro modo… qué fácil les resulta buscar mil pegas, cuando deberían empezar por preguntar: «¿Está usted cómodo?«, ellos no ofrecen soluciones (aparte de seguir las normas), tan solo plantean problemas… los haya o no. Me encanta enfrentarme a él, y ver su cara cuando le digo «Yo estoy bien así«, ver cómo casi se le forma un cortocircuito al no entender mi postura, el orden de mi mesa o la configuración de mi escritorio (físico).
Hay empresas, como Apple o Google, donde la creatividad parece premiada, donde está de moda ser diferente, tan solo porque de ese modo pueden seguir creciendo de ideas diferentes que sus empleados y creativos puedan materializar en un porcentaje más de cuota de mercado. En otras muchas empresas, la tendencia es la contraria… analizar mediante complejos programas la evolución y progresión del empleado, ver mediante intrincados análisis si los empleados son aparentemente felices para producir más y mejor (en lugar de preguntar), y mientras las políticas crecen como champiñones en el libro del empleado, intentan limar aquello que nos hace diferentes, para convertirnos en verdaderas máquinas de producción perfectamente sincronizadas.
Un día vencerá el corporativismo… y morirá lo que nos hace hombres…
Y al día siguiente, un soñador seguirá pensando que hay algo que funciona mal, luchando porque todo sea más humano…
Genial! simplemente Genial!