Recordando… “Café de Noche”

Dentro de poco mas de un mes este «Peor para el Sol» cumplirá tres años. Por problemas del motor (Movable Type ) en el que realizó su segunda etapa (1/3/2004 – 1/5/2005) no podré hacer una copia de todo lo que contenía, así que a lo largo de este próximo mes pondré por aquí a modo de recordatorio las 5 o 6 cosillas que escribí allí en su día y que creo que vale la pena recordar y que no se pierdan en el olvido cuando ya no tenga acceso a esos contenidos.
Esto es de un Jueves 21 de Octubre de 2004…

«Café de Noche«

La paz es dueña de la brisa que rodea mi cuerpo, me embriaga el olor de la ciudad mientras mi mano dirije la taza a mis labios, y me inunda el cálido sabor de un té earl grey.

Disfruto de mi mesa en un café de París, de la perfección de este pequeño momento de placer que revitaliza mis sentidos, ahora ya no estoy perdido en una ciudad desconocida y ajena, estoy en casa, me siento tranquilo, en armonía con el mundo, sentado en mi silla de forja, mientras paseo la mirada por el escenario que rodea el café, reparando en las fachadas, con esa dulzura de lo antiguo, con la sabiduría de lo vivido, resistiendo a lo moderno con la sensación de que los viejos edificios no se cambiarían por aquel nuevo construido unos números más abajo en su misma calle, ingenuo ante la vida que le espera.

Le sonrío a los guiños que me hacen las estrellas en lo alto, y mientras mi mirada pone rumbo al arbol que pinta una nota de verde a la plaza, llega en esa dirección una muchacha, con una mochila a la espalda, que observa algo nerviosa el paisaje en busca de algo, pero caminando sin prisas. LLeva el pelo negro recogido con una goma, una camiseta morada y unos vaqueros azul oscuro completados con unas zapatillas de deporte al estilo «Reebok Classic»; es de complexión delgada y no mide más de 1,65, su figura resulta sumamente atractiva, me encanta su forma de andar.

Sus pasos se dirigen hacia el café, se acerca poco a poco y antes de que me dé cuenta está a escasos metros de mi, contemplando la plaza, dándose la vuelta lentamente.

En un instante, al girar la cabeza, sus ojos y los mios se cruzan y se quedan engarzados, ella se detiene y yo pierdo de repente gran parte de mi tranquilidad, no puedo huir de esos ojos oscuros, grandes, penetrantes, dulces… un mechón de pelo cruza su cara por un lateral y muere en sus labios, unos labios que empiezan donde terminan mis adjetivos, y la miro, y vuelo a su lado, sonreimos juntos, un ruido en una calle cercana rompe la comunicación, y ella se pierde de nuevo… nerviosa, vuelve a cruzar su mirada con la mía y yo hago un gesto con mis ojos para invitarle a sentarse, y aunque dubitativa, toma asiento.

Deja la mochila a un lado y me sonrie muy nerviosa.

«Hola» , le digo tímido y con una sonrisa esbozada en mi cara.
Se sorprende al verme hablar español, y muy sonriente me contesta un «Hola» sin acento, con sonoridad a casa, con una voz preciosa.

Le pregunto: «¿Qué te apetece tomar?»

A lo que contesta: «Un earl grey, Gracias»

Tras pedírselo al camarero esperamos en silencio unos minutos, crazando miradas temblorosas, tímidas sonrisas, y casi sin darnos cuenta llega su té. Se sirve una taza y añade un sobre de azúcar, lo remueve lentamente y tras apartar la cucharilla bebe un delicado sorbo, se vé en su cara como disfruta de su sabor, y cierra los ojos conquistada por la paz de aquel instante… y me mira tranquila, me sonrie, le respondo con esos mismos gestos, y mientras paladeo aquel momento le pregunto:

«¿A donde vas?»

Y ella se toma su tiempo, me mira, siento através de su mirada como si una de sus manos se deslizara por mi mejilla, me envuelve todo aquello… coje aire, y dice mientras suspira y me sonríe complice:

«He llegado«

En su día no se me ocurrió una manera mejor de homenajear mi cuadro favorito… hoy, unos años después, este relato sigue despertando algo especial en mi, una sensación de paz… como si estuviera allí, en ese café.
Un abrazo