Cuándo me vaya… que sea todo amor

El otro día tuve una crisis de ansiedad de esas que te hacen pensar que te mueres. De esto que el mundo se te cae encima, te falta el aire… y tienes esa certeza, te vas a morir en cualquier segundo ¿Sientes ese pinchazo en el pecho? Es el corazón… te mueres, y tendrías tanto que hacer y que decir para poder irte tranquilo. Pensaba, una vez pasado el sofocón, que tiene que tranquilizar algo tener todo resuelto en ese momento final, que sepas que tus hijos, padres o hermanos están bien y tienen recursos para vivir bien, que no dejas un libro a medio escribir ni nada importante pendiente, y que tan solo te queda decirle a esa persona especial lo que ha significado para ti mirando sus preciosos ojos azules.
En mi caso no sería así, supongo. Habría mil cosas por decir y hacer. Recuerdo que en aquel ataque de pánico pensaba en mil tonterías… o no. Pensaba que estaba solo, y que de darme un chungo, la gente tardaría mucho en saberlo, y que no habría «plan de rescate», al no tener cerca a quien pedir ayuda. En momentos así te dan ganas de cambiar tu mundo y volver al último bastión en el que te sentías seguro y a salvo, pero ya me encargué de quemar esa barca, solo me queda mirar al frente. ¿Debería haber hecho ya un testamento? ¿Y cobrará bien mi madre el dinero de mi seguro de vida? ¿Le llegará a mi hermana el plan de ahorro a su nombre? Se perderían todas las criptomonedas a las que solo sé acceder yo… ¿Cómo gestionarían mi hipoteca? ¿Alguien querría mis cosas o acabarían en la basura?
Eran tantas preguntas las que me andaban por la cabeza…
que decidí que mejor morirme otro día.

Así que si me voy, cuándo lo haga… que sea todo amor.
Que me perdone la gente a la que le hice daño, que por favor tengan claro mi familia, mis grandes amigos y mi último gran amor, que les dedicaré al menos una décima de segundo a cada uno de ellos de mi último segundo, que espero sonreír por las mil ironías vitales, y ver alguno de los mejores momentos de mi vida en alta resolución, espero que pesen más los aciertos que las derrotas, los besos que las lágrimas. ¿Cómo sería la tristeza que quedaría detrás? Seguirían creciendo mis sobrinos sin saber lo mucho que los quería, y el mundo se movería igual que ayer, y sin embargo… sería un grano de arena más ligero. Es la vida, y todos cruzaremos esa línea tarde o temprano. Cuando perdemos a alguien joven, mezclado con la tristeza me siento un privilegiado por haber llegado a mi edad y vivido las cosas que he vivido, me gustaría aferrarme a ese sentimiento… un honesto y profundo agradecimiento por lo vivido, lo que siempre he sentido un regalo de mi madre. Me gustaría que ese último segundo pudiera volver a aquella noche en la que bailé con un tiburón ballena, o a mi mejor noche con besos eternos en la casita de madera, o a mi querida playa de bastiagueiro, dónde un Dios en el que yo no creía me dijo que vendrían curvas y que me agarrara con fuerza al volante de la vida.

Así que nunca está de mas dar las gracias… a vosotros por aguantarme, y a todos los que se cruzaron conmigo por dejar una nota musical, un nuevo color, unas palabras, unos besos… con los que seguí creciendo y aprendiendo, caminando hacia ese barranco… del que saltar sonriendo.

livelong¡Larga vida y prosperidad!

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1 respuesta

  1. Tania dice:

    Me has emocionado.
    Te quiero, compañero.
    Te echo de menos.
    No me faltes nunca… O al menos hasta que seamos viejitos. Porfi.

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