Esos días que merecemos la extinción
Sí ¡qué gran especie la humana! Tenemos consciencia, somos la cúspide de una pirámide en la que podemos erradicar todo lo que está por debajo, aunque la ironía es que un virus es capaz de darle la vuelta a la tortilla y recordarnos la poca veracidad de los absolutos. Recuerdo nítidamente esa escena de Ultimatum a la Tierra en la que un alenígena (legendario Keanu Reeves) supervisa si la raza humana merece o no seguir existiendo dada su relación con este planeta y las demás criaturas que en el viven. Al final, una chica (diosa Jennifer Connelly) lo convence, y nos perdonan la vida. A menudo pienso en que si fuéramos justos, si eso sucediera, mereceríamos la extinción.
Somos capaces de cosas maravillosas, pero a su vez, de cosas tan horribles que por momentos parecen anular nuestras maravillas. Un depredador caza por instinto, come a quien puede, cuanto más débil mejor, simple supervivencia, sin embargo, nosotros cazamos y matamos por placer*, matamos elefantes para hacernos figuritas de marfil para la repisa con sus colmillos y a los tiburones para hacernos sopa con sus aletas ¿En qué situación nos deja eso como especie? No olvidéis que nuestra extinción impediría la de cientos de miles de especies que se han extinguido o extinguirán por culpa o acción del hombre.
En plena era digital, leo noticias sobre acosos que llevan al suicidio, o incluso como los estúpidos yankees hacen cosas tan lamentables como el swatting (enviar a las fuerzas especiales a tu casa para hacer una broma), o esas madres que dan de fumar a sus bebés por hacer una foto para Facebook. En un mundo con Beethoven y Van Gogh también tenemos chonis y canis, descerebrados tan lejos de la media como los genios que han inspirado a millones de personas. Y pese a las mil maravillas del hombre, tenemos Esperanzas Aguirres, terremotos en Nepal que importan menos que un temblorcillo en Albacete, reality shows que convocan a millones, mujeres que mueren en silencio, mentiras, religiones… ¿Qué contaros? Sabéis de qué hablo.
Así que hay días en que creo que la extinción del ser humano sería justa, no porque no tengamos un potencial maravilloso, sino porque lo hemos dejado solo en eso… lo que pudimos ser y no fuimos, podríamos estar buscando un hueco entre las estrellas, y si no cambia mucho todo, acabaremos siendo polvo. Pudimos hacer del amor bandera, y en su lugar dejamos ganar al miedo y el odio. De eso hablaban Jesús y Mahoma, que no eran más hijos de Dios que tu o que yo, a veces parecemos ovejas que no saben pastar sin dueño.
Pero siempre quedarán los besos, las caricias, y más de un millón de razones por las que seguir luchando por un mundo mejor ¿no? (Si no acabo con algo de optimismo no soy yo)
* Hace poco supe de los estudios de la relación entre cazar y tener un pene pequeño, deliciosa y cruel ironía (lo digo por los animales, los humanos no, los otros)
Yo vi una película en la tele, probablemente de serie B… (no consigo encontrarla en la IMDb) con un argumento parecido. Un ente extraterrestre realizaba un escáner del planeta Tierra, con resultados que exigían tomar medidas inmediatas: el planeta estaba aquejado de un virus. ¡Nosotros!
Sin embargo, contrariamente a los temores apocalípticos que infunden las religiones, yo creo que si hay un Dios no se plantea ni remotamente exterminarnos.
Si Dios está ahí, estoy segura de que cree en nosotros. Y si no está, nos tocará creer en nosotros mismos. Construir un mundo mejor es una responsabilidad personal, que empieza por uno mismo.
No hay que desalentarse, aunque es más que comprensible que a veces nos desalentemos cuando miramos a nuestro alrededor, e incluso cuando nos miramos al espejo.
Yo creo que hay esperanza. Ningún diario se dedica a dar buenas noticias, pero las hay, en el día a día de millones de personas que obran con amor y altruismo.
El mundo está lleno de besos y de caricias.
Hay un clásico de 1951 con el mismo nombre, de la cual es versión la que yo digo de Keanu Reeves:
http://www.imdb.com/title/tt0043456/?ref_=fn_al_tt_2
:)
Te estaba leyendo y recordaba una frase de Yo Claudio, que hablaba de la familia como un árbol que daba frutos dulces y amargos, y supongo que eso es la raza humana, un árbol que da frutos dulces y otros amargos… Al final se trata de que seamos más, aunque ellos hagan más ruido…
Di que si…