Aceptación…

aceptar
Del lat. acceptāre ‘recibir’/em>

1. tr. Recibir voluntariamente o sin oposición lo que se da, ofrece o encarga.

2. tr. Aprobar, dar por bueno, acceder a algo.

3. tr. Recibir o dar entrada. No se aceptó la enmienda.

4. tr. Asumir resignadamente un sacrificio, molestia o privación…»

Hace unos meses escuché una frase que cambió mi vida para siempre: «Debes aceptar que tú no puedes ayudarla.«, seguida de otra que era igualmente una flecha en el centro de la diana «Ellos no son responsabilidad tuya.«. Y era cierto, mi maldición de ser un caballero andante hacía que me sintiera en la responsabilidad de ayudar a una de esas personas que quieren morir ahogadas. Les tiras un flotador, y no lo cogen, y nadan en dirección contraria, les tiras una cuerda… lo mismo, ellos te piden gritando «Tírate tú, tírate tú«, y en ese momento tienes tres opciones. Tirarte al agua y que te ahoguen con ellos, tirarte al agua y que te sacrifiquen para salir ellos (y luego se volverán a tirar), o quedarte en el barco y salvarte tu. No hace falta que diga, que por mucho que me doliera, elegí esto último. Obviamente, desde el agua, se me gritaban todo tipo de improperios atacando cada matiz de mi ser y mi vida, pero precisamente por eso busqué una persona objetiva, externa a todo, que me ayudara a ver, y entender, que eso que yo hacía era lo correcto, y poder así perdonarme, la culpa de si has hecho o no lo correcto puede ser una ingrata compañera de viaje. Y cuando me dijo aquel «No puedes hacer más de lo que has hecho» me puse a llorar como un idiota, pero empezó el camino hacia la sanación, la mía.
 
En aquel momento, yo estaba atormentado, incluso considerando por la culpa el volver a una relación que decir que era complicada o tóxica, era quedarse muy cortos. Yo quería empezar por crear un equilibrio personal, diálogo, sanar heridas, y ella no quería remover la «mierda» y quería pasarse directamente a cumplir su fantasía, sin importar las necesidades de los demás ni hacer las cosas bien como había sugerido poco antes, diciendo lo que yo quería oír. Aquel diálogo necesario no existió, ni pausa entre locuras ni coherencia, pero se dieron los sucesos adecuados para que yo mantuviera una cierta claridad y no cediera, algo que ha sido probablemente el mayor acierto de mi vida. Podría pasarme horas contando cosas, barbaridades de esas que cuesta creer que sean ciertas de lo enrevesadas que fueron, pero lo que más me sorprendía, era la diferencia entre sus umbrales y los míos. Sin entrar en detalles, ella consideraba que un maltrato era algo que te llevaba al hospital un tiempo, y yo, que una sucesión de palabras despectivas podrían ser la primera semilla para eso mismo.
 
La aceptación es algo muy complicado, porque normalmente estamos tan obcecados con algo que sencillamente… no lo vemos, y no puedes entender o aceptar algo que no ves. Durante los meses de relación que separamos con largos periodos de calma cuando rompíamos, yo intuía que había algo mal, pero no sabía verlo, ni ver lo grande que era. Nunca hacía las cosas suficientemente bien, siempre había cosas que reprochar, y por mucho que diera, no era suficiente. La mente clara que me ayudó al final sí supo verlo y comprenderlo, encajarlo en un patrón, diagnosticar la enfermedad e incluso ponerle nombre: trastorno límite de la personalidad. Recuerdo mi cara al oírlo. Mientras me explicaban los síntomas, parecía que me hablaban de la que había sido mi pareja con pelos y señales, como si la conociera ¿Y ella no soportaba que te alejaras de ella? Y yo… «Sí» ¿Y tenía cambios de humor radicales? «Sí». Me parece increíble que muchas más personas puedan pasarlo tan mal por algo así. Yo le decía que su terrible infancia tenía que haber dejado alguna huella, ella no quería mirar para ahí, tampoco la culpo. Limpiar algo así puede llevar toda la vida, y hay que hacerlo, sobre todo, por quienes nos rodean, pues ellos sufrirán las consecuencias de los síntomas, los cambios de personalidad, la ira, la violencia, el miedo y el dolor. Cuando te das cuenta que la persona que quieres no es mala, sino que está enferma, te replanteas todo. ¿Soy un egoísta por no quedarme en esta relación? ¿Debería hacer un esfuerzo incondicional por salvar algo así? La realidad es que, bajo cualquier circunstancia, merecemos respeto y muchas otras cosas. Todo lo que pasó fue a la sombra de muchas mentiras, agresividad, malos ratos y noches sin dormir, cosas que hasta me daba vergüenza contar, pues la respuesta de quienes me querían era siempre la misma «¿Qué haces ahí?». Y si hasta ese momento había tenido confianza ciega en que dentro de aquella demencial locura al menos ella me decía la verdad, al final era algo que ya no tenía, sus mentiras en los últimos meses habían sido muy graves, aunque en su escala de valores no fuera así, para mi… había cruzado el límite de lo perdonable.
Y salí de aquello merced al apoyo de mis amigos y un agente externo que me dio claridad y luz cuando más lo necesitaba.
Tardé demasiado tiempo en aceptar algo que mucha gente veía obvio, pero si algo me ha enseñado la vida es que cada cosa tiene su momento… y es vital que veas las cosas por ti mismo, no que te guíes por consejos de otros a los que podrías culpar si algo no sale bien. Mantén la calma, respira hondo, libera de peso tu mochila, mejor cuánto más ligeros… acepta lo que no puedes cambiar, y lucha, incansablemente, por tu felicidad.
 

Artículo escrito en Junio de 2019, cuando cogí la suficiente distancia, y que he dejado reposar un par de meses. Espero que pueda ayudar a alguien que pase por situaciones parecidas.

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