¿Qué cojones esperabas…?

Ayer, camino a casa en al autobús, disfrutando de buena música en el móvil, recibí un mensaje por email de lo más curioso:
Una amiga, de la que no sabía nada desde hacía muchos meses, me pedía ayuda… económica (normalmente a los informáticos nos piden de todo menos dinero… os imagináis ¿Me dejas 800 € para un portátil… y me lo configuras?).
A lo que voy, tras leer el mensaje pensé unos minutos qué contestar.
No es una gran amiga, tan solo una de esas personas que conoces en el proceso de búsqueda de pareja, y que al final no hay feeling por ningún lado y dices eso de «Podemos ser amigos, que no nos gustamos, pero nos caemos bien«, y como mucho, una vez al año sabes algo de esa persona, normalmente, relacionado con un virus informático o alguna duda parecida.
La respuesta, al final, era simple, este mes he convocado mis ahorros para un viaje, y al final tengo tres, de ahí que no pueda hacer nada sin hacer peripecias que intento evitar. Le dije que me apenaba que lo estuviera pasando mal, que podíamos tomar un café si quería y así me ponía al día, y que si mas adelante seguía necesitándolo, quizás podría ayudarla, pero que ahora, hasta que cierre pagos, imprevistos y algún viaje, no puedo hacer nada.
Eso respondió mi parte buena, la que normalmente maneja mis cuerdas vocales.
Mi parte mala, pensó… ¿Qué cojones esperabas?
Es duro ver a alguien pasándolo mal, es desgarrador, sin duda. Pero llevo toda la vida librando guerras que no eran mías, rescatando de lodazales a personas que cuando salen se van corriendo y no se paran a mirar que tu también salgas, ayudando a personas que si lo mides fríamente nunca han hecho nada por ti sin obtener un beneficio aún mayor… y llega un momento en que aprendes, no a mirar en otra dirección, sino mirar a los ojos a esa persona… y decir «No»
Y quizás no sea algo bueno, pero tampoco creo que sea malo.
Diferente.

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