En pedazos

Cada Goliat tiene su David, cuanto más grande y fuerte te creas, más torpes y descuidados serán tus movimientos, lo mismo nos sucede a las personas… cuando nos creemos invencibles, cuando creemos que nuestra fuerza es nuestra mayor virtud, entonces aparece ese talón que nos hace débiles, y por otro lado, irremediable y maravillosamente humanos.
 
Así la conocí a ella…
 
Cuando mi corazón se había convertido en un duro basalto, me sentía a salvo en un bastión inexpugnable al que el clima no parecía poder perturbar, tan solo algo dentro de la negra roca seguía palpitando lo suficiente como para poder mover mi cuerpo, para guiar mis tenues pasos aunque no tuvieran un rumbo claro o un sentido, pero el escudo funcionaba, años y años de amores desbrozados por el temporal habían forjado en silencio esa roca volcánica que ahora, era mi amiga y protectora.
Cuando la tuve frente a mi por primera vez, pude sentir como si la metáfora no fuera tal. Su mirada se convirtió en una gota que atravesó mi cuerpo hasta colarse por una rendija de esa roca, un hueco que yo desconocía hasta que se alojó ahí esa pequeña y traslúcida criatura con forma de lágrima. Y entonces sonrió, mi cuerpo se congeló, y esa gota se hizo hielo para dilatarse y generar una fractura que hizo posible ver por una rendija que algo bajo la negra roca, palpitaba con fuerza.
Una mirada y una sonrisa habían sido capaces de desarbolarme, de hacer sentir al que horas antes se consideraba un guerrero invencible como un débil y desarmado mortal.
Mi cuerpo se deshizo de la metáfora y sentí como algo descendía por mi camiseta hacia mi cintura, y con mi mano cogí bajo la camiseta un trozo de basalto olvidando que era imposible que una sensación se materializara en algo tan real. Cuando tuve aquella piedra en mi mano pensé por un momento en refugiarme en mi cueva para convencerme de algún modo y fortalecer y recrear de nuevo aquella metáfora escudo.
Pero no tenía sentido ser un gigante cuando podía ser humano de nuevo, viviendo y suspirando por aquella mirada, por su perfecta sonrisa, y por aquellos labios que de algún modo, sabía que nunca me cansaría de besar.
No me dejó otra opción…
«¿Dónde te apetece tomar algo conmigo?» – le dije
Me sonrió, y en ese momento escuché el crujido de otro pedazo que se desprendía.


Columnas de basalto, por Simon Ward

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4 Respuestas

  1. Bego dice:

    wow! hasta oigo el crujido de la roca!

    muy bonito Kike!

  2. Sula dice:

    Has conseguido que me la imaginara a ella cogiendo ese pedazo de cobalto y valorando su rotura…
    Muy bonito :)

  3. Shubhaa dice:

    Que cruja y se rompa! me has recordado una conversación con una amiga que me hablaba de algunos abrazos que son capaces de derretir la capa de hielo en la que se envuelve para salir al mundo…
    Abrazos que derriten hielo

  4. Tegala dice:

    Tú si que eres un gigante capaz de hacer música con las palabras, un mago capaz de hacer sentir, pensar, querer saber más, leer más, eso es un don.
    Un abrazo.

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