El efecto boomerang (I)

Una vez en casa, se descalzó y se puso cómodo, echó un poquito de comida en el tazón de Duquesa que se frotaba histérica contra sus piernas, y le puso agua fresca. Luego dejó en el microondas una taza de agua y fue a cambiarse la ropa, poniéndose un pantalón de pijama y una camiseta. Recogió la taza y puso en ella una bolita de metal llena de té verde con menta, cogió un sobre de azúcar y la cucharilla en una mano, y tras acariciar a su gata con la otra, se fue al estudio con su taza y encendió el ordenador disfrutando de la calidez del hogar.
Al abrir el navegador, empezó a comprobar las diferentes webs que consultaba a diario, primero el Facebook, luego el blog dónde escribía sus historias y pensamientos más íntimos, y justo después, su correo. Allí había un email que le llamó la atención, titulado «El momento es ahora», y en el nombre de quien lo había enviado, ponía «Undómiel», lo que le recordó algo, y la curiosidad le hizo abrir el email, para confirmar si era spam o no.
El email decía:

Hola dulce trasno,
Creo que ya es hora de contestar algunas preguntas entre nosotros.
Te he seguido en la sombra y creo que has alcanzado tu primera plenitud.
La segunda… espero que sea a mi lado.
No responderé preguntas, tan solo tendrás una opción:
Pasado mañana, a las 19:30, en la glorieta dónde en ese quiosco,
dedicas unos minutos de vez en cuando a ver DVD’s y libros.
Si no estás perderás la oportunidad de conocer
el secreto que lo cambiará todo.
Un beso

Tu Arwen

Aquel email lo dejo boquiabierto. No era spam, conocía su tradición del quiosco, había otras muchas referencias, pero ¿Quien? Durante unos minutos repasó mentalmente todas aquellas personas que le podrían gastar una broma ¿Era una chica? El nombre y el beso final así lo hacían parecer. Siguió pensando en ello hasta que llegó el momento de acostarse, incluso en la cama, el sueño llegó mientras le daba vueltas al misterioso email.
 
Al día siguiente, la jornada laboral en la oficina se hizo eterna, cotejando albaranes y pedidos de un modo casi automático mientras su cabeza estaba en otro lado, en el día de mañana ¿Qué haría? ¿Acudiría a la cita? Una parte de él sabía que necesitaba acudir puntual, aunque no fuera nadie, aunque fuera una broma, pero él sabía que no faltaría a la extraña cita.
 
Tras la jornada, de nuevo su casa, la camida de la gata, el ordenador, incluso volver a abrir el email para seguir pensando en él. Vió alguna serie de detectives y disparos en la tele, de las que no hacen pensar pero ayudan a desconectar unos minutos, y de nuevo a la cama. Pero había algo diferente, era noche de Reyes, aún más nervios, ansiedad, ganas de descubrir qué había de real y qué de broma. Entre miedos e imaginar mentalmente qué podría depararle el encuentro, se quedó dormido.
 
Al día siguiente estuvo escoltado por esos nervios al alza todo el día. El tiempo iba a trompicones, y entre momentos lentos y otros que pasaban volando se encontró a la hora de la salida en frente de la puerta de su oficina, desquiciando, expectante, intentando tranquilizarse mentalmente, a 15 minutos del lugar y a media hora del esperado momento.
 
Fue despacio para intentar calmarse, sin olvidarse de respirar, pero a las 19:18 estaba allí, y lo bueno que tuvo aquella espera es que pudo entretenerse ojeando el contenido del quiosco. Viejos DVDs de saldo, libros sueltos de colecciones antiguas… era un buen sitio para pasar esos 10 minutos más deprisa. Aún así, fueron eternos.
Entretenido en aquel rincón con olor a rastro, y una vez casi olvidados los nervios, escuchó una voz en su espalda que le saludaba con una dulce melodía que recorría eléctricamente su espalda. Se giró y se quedó congelado, entre los cientos de escenarios que él había imaginado aquella posibilidad se le había pasado por alto, al resultarle mentalmente imposible. Allí estaban aquellos preciosos ojos azules ¿Cómo podría él olvidarlos? Los labios, dulces, aquel lunar, su mirada profunda, su pelo… y lo más espectacular de todo, aquel carácter que le había hecho perder la cabeza completamente y que le había llevado años apartar de sus sueños, la persona que avivó para siempre su fe en un amor de fábula, con la que aprendió lo profunda que podía ser su risa, la que le rompió el corazón… ella.
Él gastó todo el aire del que podía prescindir para devolverle un saludo tímido y desenfocado, y sin saber qué decir después, tan solo pudo esbozar una temblorosa sonrisa…

Continuará próximamente…

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2 Respuestas

  1. 8 de abril de 2011

    […] Parte 1.- Comenzaba a oscurecer aquella tarde de otoño. La lluvia había sorprendido a las aceras limpiándolas de culpas y olvidos, y el reloj estaba preparándose para devolverle a la manija de las horas lo robado en primavera. En un quiosco de una ciudad cualquiera, dos viejos conocidos se reencontraban…     — ¡Pareces asustado! — dijo ella con una sonrisa preciosa. — Quizás un poco, el destino ha sacado un quinto As y ha vencido a mi Escalera Real… — replico él, su cabeza no dio para más ¿No me digas que te has aficionado al Poker por Internet? — contestó ella con esa sonrisa que derretía el alma del chico que tenía delante. — Vaya, veo que no has perdido esa ironía tan tuya — dijo él mientras comenzaba a relajarse tras el susto — Y qué, mi dulce montaraz ¿Cómo te ha ido la vida sin mi? — contestó ella, pícara — Bueno… cuando me arrastraba por el suelo, descubrí que con la arcilla bien tratada, ya tenía un rojo que añadir a mi paleta que dejaste en blanco y negro, y luego, con paciencia, he completado colores, sin prisa. — dijo él, mientras sentía cómo la vieja herida le picaba un poco. — Ohhhh! Qué locuaz, ya empiezas con tus metáforas, las echaba de menos, la verdad — replicó, burlona, y sin perder la sonrisa. — Madre mía ¡Sarcasmos!… voy a acabar con el culo colorao… — replicó él, viendo la que se le venía encima — No lo sabes tú bien — dijo ella, mientras empezaba a dirigir sus pasos por la calle en la que estaba el quiosco, y él, cogiendo fuerzas para plantarle cara, decidió seguirla.   Tras casi un minuto de silencio, él ya estaba listo para su contraataque. — Bueno, y a qué se debe esta reaparición en mi vida ¿Quieres hundir el barco ahora que flota? Te duele que ya pueda imaginar una vida sin ti… — dijo él, con una fuerza rencorosa y herida. — No, joven Jedi, deberías saber que yo jamás quise hacerte daño ¿Acaso lo dudas? — preguntó sonriente, pero con su cara cambiando a un gesto serio. Él se quedó mirando sus ojos unos segundos y vio como ese comentario del barco hundido parecía haberle dolido, pero a él le costaba controlar algo que no había olvidado del todo y protegerse al mismo tiempo para no caer de nuevo en aquel pozo. — Perdona, la cicatriz aún me duele en los días de lluvia, en los cambios de tiempo, incluso algunos días soleados… me dejaste una huella muy profunda, nunca me había costado tanto salir adelante, jamás vi el camino tan angosto, y nunca temí tanto perder esa alegría y la sonrisa, que contigo alcanzaron su plenitud. — dijo él, siendo simpático, pero conteniendo su emoción y el recuerdo de sus días más oscuros — Si, para mi ha sido todo muy muy fácil. Mi mejor amigo se enamoró de mi, y al final, para poder superar ese sentimiento, tuvo que alejarse, y yo acostumbrarme a vivir sin él, cuando cada pequeño detalle divertido del mundo me recordaba a él. Para mi fue todo muy sencillo… — replicó ella, un poco molesta. Él cogió aire para intentar calmarse — Perdona elfa, pero ¿qué esperabas?, creamos un vocabulario nuevo para dibujar un mundo en el que aprendimos juntos a diseñar colores nuevos. Un día, nuestros labios se cruzaron, y fue la excusa que yo necesitaba para abrir del todo los ojos y darme cuenta de cuanto tiempo llevaba enamorado de ti ¡Lo siento joder lo siento! Yo también sacrifiqué a mi mejor amiga cuando le dejé el micrófono a mi corazón, pero ya me era imposible callarlo.     Pasados unos minutos, ella respondió, en tono tranquilo — Si queremos escribir más páginas de nuestra historia, quizás debamos olvidar, o comprender bien lo que pasó. Sé que me has querido, y tú, pese a lo idiota que eres, deberías saber lo importante que has sido y eres para mi. — No sé cómo, la verdad ¿Tienes una goma de borrar para las heridas de las uñas del destino? ¿Tendrás acaso vitaminas para fortalecer al olvido o una brújula que le indique a mi corazón otro camino? — dijo él, haciéndose el pedante a propósito para contribuir a que la tensión se diluyera en la noche y sacarle, como él siempre había sabido, una sonrisa — No, idiota, te he traído un regalo, el mejor regalo que te hayan hecho nunca, uno con el que espero compensar todo el daño que te hice… — y tras decir eso abrió una pequeña caja con una preciosa cadena de plata en la que había colgado un anillo de oro blanco. En él, un amplio grabado de séis sílabas en sánscrito, se veía en el acabado perfecto que aquello no era un anillo más… él se quedó embelesado, aquello era una flecha al centro, como sólo ella conseguía hacer con un solo disparo. — ¿Eso es para mi? — dijo él, con cara de tonto, hipnotizado por un objeto tan especial — ¡Sí! — replicó ella — es para ti, pero no es tu regalo… es el envoltorio Él no pudo evitar reirse, y mirándola, le dijo — ¿Y qué regalo podría superar a esto? — Ese barco que yo hundí, y que conseguiste reflotar… ¿Me harías un hueco en él para que me quede a vivir contigo? — dijo ella. Y él, al más puro estilo cómic, dejó caer su mandíbula y se quedó con la boca abierta… y entonces fue ella la que no pudo evitar reírse.   Comenzó a llover, y ella sacó un paraguas para compartir. Él recuperó el control de su boca y fue capaz de cerrarla. Siguieron caminando en silencio y con cada gota, el miedo se hacía fuerte en el corazón de un chico que no creía tener más pegamento para desastres, que no se creía que eso le pasara a él y que buscaba la perversa lógica en aquello. Ordenaba pensamientos lo más rápido que podía, tenía que decir algo, y no sabía por dónde empezar, y pensó que como en los más grandes viajes, lo esencial era ese primer paso… […]

  2. 12 de abril de 2011

    […] que comenzó así y siguió así, termina […]

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