Ni seis puñaladas…

Ayer o antes de ayer la selección albiceleste perdió por 6 a 1 fuera de casa, hay quien dice que fué mal de altura. Tras el partido, el seleccionador argentino, Diego Armando Maradona, hizo unas declaraciones con ese acento burlón con el que intenta parecer humilde, y con el que se rie un poco de todos «Cada gol de Bolivia era un puñal en el corazón«, y digo yo que seis puñaladas… ya podían habernos privado del que muchos consideran un Dios, y que otros ni consideramos persona.

Ayer me hablaban de los prejuicios… de lo malos e injustos que son, y todo eso… así que empezaré por reconocer que tengo prejuicios, no sé si muchos o pocos, pues para medir hay que compararlo con algo, pero los tengo, así que permitidme, una vez mas, disfrutar de ellos, aún a riesgo de parecer un pedante, un imbécil, o ambas cosas y muchas mas.

Ayer Nadal jugaba contra otro crack, y aunque muchos esperábamos que Rafa le habría infringido una séptima puñalada, no fué así, por primera vez, el jorobado de notredame venció al todopoderoso número uno, David contra Goliat, aunque cambiando roles ambos encajan mejor en su papel.
La Victoria, inapelable, justa, trabajada… un gran Del Potro tumbó a Rafa, por los pelos, pero los pelillos finales le dieron la cara al argentino. A la victoria… nada que objetar.
Lo que crea prejuicios, es cuando sumas una determinada serie de actitudes, y muchas de ellas, tienen un origen común. Ayer, cuando Del Potro ganó el juego que le ponía por delante 6 · 5 (con un set para cada uno), Rafa estaba jugando muy bien, así que para romper el partido llamó al fisoterapeuta, mientras el juez de silla pensaba «Pero si acabas de ganar un juego sin cojear ni el menor resentimiento«, pero ahí hizo de las suyas, y tras la espera, llegaba el médico cuando seguramente le decía Juan Martín «Mira cuanto me duele esa pierna… ¿o era la otra?«.

Siempre queda el consuelo de que un cenutrio como este, aunque sea el 6 del mundo, y aunque llegara a ser el número 1, cosa que dudo, nunca llegará a tener la clase y el saber estar de grandes maestros de este deporte como Roger Federer y Rafael Nadal, cuya maestría en la pista es correspondida por su comportamiento fuera y dentro de ella.

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